La pólvora encendida pero la retaguardia mojada

Llovió y mucho el sábado en Ipurúa. Chaparrón de agua y de goles en tierras vascas. Buen partido para el público de la grada pero no para los que tienen su butaca reservada en los banquillos.

Lo cierto es que en este partido el Levante tuvo pólvora. El ataque apareció y vaya si lo hizo. Tres goles que en la mayoría de ocasiones se traducirían en tres puntos. No en Ipurúa, no esa noche.

Callo una gran trompa de agua, sobre todo en el área del Levante. Si bien es cierto, que Javi Lara tuvo fortuna en el primer tanto, que Saúl anotó el gol de su vida y que Piovaccari marcó a falta de segundos para el pitido final.

Suerte lo que se dice suerte, no está teniendo el cuadro de Mendilibar. Pero no se pueden desaprovechar oportunidades como la de Ipurúa. El Levante no se puede permitir que le remonten un 0-2 a favor. Tampoco que le empaten el partido en el minuto tres del descuento.

Con este empate se puede deducir que el problema del Levante no solo residía en la vertiente ofensiva. Sería injusto asegurar que la defensa es l parte más débil del equipo. Quizá el problema del Levante es el equipo en general. No se adapta a un juego alegre, valiente y poco conservador.

Los de Orriols no perdieron, sumaron un punto. Pero la sensación viendo el partido es otra. Al Levante se le escaparon dos puntos en Eibar. Puntos que pueden ser importantes en un futuro.

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