Primera impresión

Se alza el telón y aparece el Milan por Mestalla. No es un chiste. Se trata de la puesta de largo del Valencia ante su público. Primer examen. Las conclusiones son relativas. De aquí a tres meses, nadie se acordará de lo sucedido en una calurosa tarde de finales de julio; el partido será relleno de estadística, quedará como un señalado precedente por representar la primera visita de uno de los ilustres del fútbol mundial al escenario de más solera del fútbol español.

Pero hubo algunos aspectos llamativos dentro y fuera del terreno de juego. Por cierto, un tapiz impecable a diferencia del aspecto deplorable de los últimos veranos, así que el primer milagro se ha obrado en el estado de conservación del césped. ¿Alguien puede explicar lo sucedido?

Otro fenómeno llamativo: Guaita paró un penalti. Sí, algo que se antojaba imposible se dio. La máxima pena la había provocado el mismo guardameta, convencido de sus opciones. Del estropicio al lucimiento en menos de un minuto. Ovación. La alegría no duró demasiado, y los italianos recordaron al PSG de su mítico ex Ancelotti, que guardaba la ropa con oficio ante un Valencia voluntarioso pero inofensivo en el último cruce de Champions vivido en Mestalla.

La grada fue otra de las revelaciones de la noche. Había mucho ‘guiri’, numerosos socios despistados que pensaban que el partido era gratis para ellos, y como consecuencia de este ambiente de campo y playa se organizó un caos en taquillas, cuyas colas crecían incluso con el partido comenzado. Casi media entrada de un público que no es el habitual en Mestalla, así que la parroquia clásica brilló por su ausencia. La concurrencia se lo pasó bien, disfrutó con el espectáculo y no se rindió gracias, fundamentalmente, al espectacular empuje procedente de la Curva del Gol Gran. Su crecimiento es imparable y va parejo a su consolidación definitiva. La animación ha mejorado y, en ocasiones, el ambiente emociona.

Respecto al equipo, hubo compromiso colectivo, ganas de agradar y espíritu de superación. El Valencia fue de menos a más, nadie puede cuestionar la entrega, sobraron algunos desajustes que se pagaron muy caros. Enfrente había una escuadra que ha hecho del oficio una seña de identidad. El Milan sacudió de lo lindo y el árbitro, que era valenciano, no se enteró de nada. Quiso ser más papista que Francisco y barrió para los visitantes. Ricardo Costa y Joao Pereira se calentaron y también fueron a la guerra. Guardado salió mal parado del combate.

Su desgraciada lesión facilitó la entrada de Fede, un desconocido para la mayoría, que armó el taco y acabó siendo el hombre del partido y una esperanza para el futuro. La noche, pese al resultado, dejó buenas sensaciones y la convicción que la experiencia sobra en la retaguardia pero falta en la delantera. Con los goles no se juega. De ellos depende el éxito del equipo.

 

Paco Lloret

Periodista

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