#SonidosHistoricosEnMestalla

Conforme pasaban los minutos del Valencia-Málaga con poquito fútbol que llevarnos a la boca en el debú liguero, en Mestalla fue la gente de la Curva Nord la que le puso el color desde la grada al partido. Así que me vino a la cabeza el hashtag que un servidor lanzó días atrás por Twitter para recordar los sonidos que el imaginario colectivo valencianista mantiene como propios del cosmos de su equipo.

Tan genuinamente inequívocos como el olor a puro, el señor que vendía regaliz a la puerta del estadio o las batas blancas con la publicidad en la espalda de Pictolín, hay sonidos que son información instalada en el disco duro que aquellos que han acudido durante generaciones al estadio de la Avenida de Suecia.

Y viajando en la noche de los tiempos casi arrancaba la cosa a finales de los 70 y principios de los 80. Era la época de las melenas y los goles del Matador. Aquellos descansos en los que se repetía hasta la saciedad la bondad de los “pollos asados Casa Cesáreo” o la particularidad de que “no es una más, es una Krpixe”. Y sobre todo eran los días en los que la grada lanzaba interminables “Keeeeeeempes, Keeeeeeempes” cada vez que había una falta al borde del área rival.

Los “¡hay bombón helado!”, “¡hay cerveza, Fanta y Coca-cola!” o “¡hay Apolos de nata!” también eran soniquetes habituales en el estadio valencianista. Por aquel entonces ya retumbaba una pregunta al sentarte en tu localidad, cuando tu compañero de butaca -una especie de amigo/complice de dos horas cada quince días- soltaba el “Ie, hui que farem?” También estaba ya instaurado el pasodoble «Valencia» para recibir a los de Mestalla en casa.

El Mundial de España introdujo modificaciones. La publi de “Mistsubishi, en Vanguardia y siempre avanzando” se coló en nuestras mentes como el “I just get enough” de Depeche Mode en los descansos. En esos entreactos la gente jugaba a adivinar la recaudación del partido hasta que la megafonía daba solución al enigma con el clásico “El València informa que la recaudación del día de hoy asciende a X pesetas”.

Los 90 fueron para el “Lubo, Lubo” y el “O-cho-to-re-na”, de una afición rendida a un equipo que volvía a instalarse en la nobleza del balompié nacional. A mediados de esa década, un brasileño excéntrico y tan risueño como irregular centraba los ánimos del personal que coreaba en cada partido en el que jugaba el “Uh, Ah, Violá”.

Y llegaron los dorados 2000. Con el neonato (a efectos del siglo XXI) año 1999, el “Sois San Marino” al Madrid después del 6-0 en Copa. “El «¡Vamos, Pablito Aimar!” también fue un clásico. Cualquier referencia al doblete o a cualquiera de los jugadores que formaron parte de ese equipo, en realidad.

Liturgias sagradas, sonidos instaurados en la memoria popular de aquellos que han tenido el privilegio de entrar desde bien pequeñitos a Mestalla cogidos de la mano de su padre o abuelo. Verdaderos transmisores de un sentimiento que va de generación en generación. Sólo los que vivieron todo eso podrán volver a transmitirlo a sus hijos/nietos cuando los lleven de su mano allá donde juegue el Valencia. Patrimonio auténtico del valencianismo de verdad, por más que algunos quieran abanderar un sentimiento del que desconocen sus raíces, y sólo utilizan para bienes mercantiles.

Y es que hay raices a las que los sentimientos impostados no llegan.

 

Manolo Montalt (@manolomontalt)

Director de la Taula Esportiva de Radio Nou

Ir arriba