Hombres G y las prioridades

Si hace unos años me hubieran dicho que, en la Ciudad de la Raqueta, en Madrid, iba a entregar un premio a unas personas que han contribuido generosísimamente al mantenimiento de los programas de tenis en silla de ruedas de la Fundación Emilio Sánchez Vicario, me hubiera hecho una gran ilusión. Porque las cosas buenas siempre hacen ilusión.

Si hace unos años me hubieran dicho que ese premio se lo iban a dar a Hombres G, los autores de «Sufre mamón» y «Marta tiene un marcapasos», me hubiera desconcertado bastante, porque yo soy de la época de Roberto Inglez y su orquesta del hotel Savoy de Londres, y si a Roberto le cuentan que el mamón sufre, deja la música.

Por esas cosas que pasan en la vida, pongo la tele y veo a Alberto Fabra luchando con el problema de Canal 9. La gente está muy preocupada, como es natural, porque cuando uno pierde su puesto de trabajo y, además, le echa un comisario de policía, correcto, pero bien acompañado por unos cuantos señores que parece que no se andan con bromas, se preocupa.

A Alberto le gritan y le dicen cosas. Ninguna agradable.

Consigue hacerse con un micrófono y dice varias frases. Sueltas, porque la cosa no está para mucha oratoria. Sólo me fijo en una: que el que gobierna tiene que marcar prioridades.

Leo un artículo de Gregorio Morán en La Vanguardia. Gregorio, a quien no conozco, y yo, pensamos de modo muy distinto. También habla de prioridades. Dice que en Cataluña, en 2014 vamos a dedicar bastantes euros a recordar la derrota de 1714, euros que quizá le irían bien a un farmacéutico amigo mío y a otros amigos suyos, también farmacéuticos, a quienes les deben dinero. Mi amigo, para consolarse, dice que irá al Born a ver lo que Gregorio Morán llama «el parque temático», pero como tiene 4 hijos, su mujer le dice que se deje de bobadas y que cobre.

El gobierno central, siguiendo órdenes de Merkel, le dice al govern catalán que sobran organismos. Y me atrevo a decir que sobran organismos en todas las autonomías, y, claro está, también en la administración central. Y todos se molestan, por lo malos que son los de Madrid.

Y sobran porque en algún momento, señalamos mal las prioridades, pensando que el dinero era infinito, que nos llegaría a espuertas y, además, in aeternum, o sea, durante toda la eternidad y que eso nos permitiría tener observatorios, sindicaturas, registros, televisiones, servicios meteorológicos y así. ¡Y no teníamos dinero! ¡Teníamos créditos! Créditos que producían intereses y que aumentaban el déficit, olvidándonos de que no todo el monte es orégano, traducción al castellano de lo que firmamos en Maastricht.

Prioridades equivocadas, una detrás de otra. Personas competentes y honradas, empleadas en esas prioridades equivocadas. Y cuando a esas personas se les dice que sobran, se enfadan. Y con razón. En Valencia le insultan a Fabra y en Cataluña, a Mas y, en Aragón, a Rudi y en Galicia, a Feijóo. Y no pongo más porque no me acuerdo cómo se llaman todos los presidentitos de las 17 nacioncitas que tenemos en España.

David, Dani, Rafa y Javi, mis amigos Hombres G, acertaron con sus prioridades. Nunca he hablado con ellos de política, pero sé cuáles son sus prioridades: ayudar a los que lo pasan mal.

Muchos tendrían que aprender.

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