Las ciudades también quiebran

En efecto, las ciudades, las provincias, las comunidades autónomas y el propio Estado, son susceptibles de quiebra y, en los países más adelantados, si llega el caso, parece ser que no pasa nada, salvo lo propio de cualquier quiebra. Al fin y al cabo, cualquier persona física o jurídica, pública o privada, que administra un presupuesto, puede, como resultado de su administración, generar márgenes positivos –superávit– o márgenes negativos –déficit–.

Cualquier déficit requiere financiación, el cual, si no dispone de recursos propios, conduce a la necesidad de endeudamiento. La deuda contraída, o se paga o se acumula en los ejercicios sucesivos. Una tendencia que, de no frenarse, desemboca en la insolvencia, en la imposibilidad de conseguir nueva financiación y ante la exigencia de los acreedores en su pretensión de cobrar el crédito pendiente, concluye finalmente, con o sin concurso de acreedores, en la quiebra.

Para no poner ejemplos más cercanos, y en contraste con ellos respecto su situación de agobio financiero, ésta es la situación en la que se encuentra el municipio de Detroit (Michigan-USA). Un municipio de menos de un millón de habitantes, que se elevan a cuatro millones y medio si tomamos en consideración a toda el área metropolitana. Hablar de Detroit significa hablar de la industria del automóvil y de la historia del mismo. Allí están radicadas las sedes de la emblemática FORD y de las no menos emblemáticas General Motors o Chrysler.

La crisis global ha afectado sensiblemente a este sector productivo y con ello a los recursos del Municipio. Sin embargo, las actitudes de unos y otros han sido bien diferentes. Mientras las entidades privadas se apresuraron a tomar medidas de contención del gasto y de incremento de la productividad, los munícipes optaron por seguir el camino del endeudamiento, anunciando sí recortes, pero sin resolver el problema de base: exceso de gasto para unos recursos disponibles. Resultado final, la quiebra de la ciudad, consecuencia de la incapacidad de los administradores para tomar las medidas adecuadas.

¿Les suena de algo esta situación? También les sonará la esperanza del Alcalde y el resto de las autoridades municipales: diseñar un rescate y buscar al rescatador. ¿A que también les es familiar la solución? Sólo falta que los bancos, también los españoles, aprendan que pueden perder el dinero del crédito concedido, a ver si acentúan su prudencia.

 

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