Mercado único, al fin

De entre las pocas cosas que me hacen seguir confiando (un poco) en la virtud reformista de Mariano Rajoy destaca la vicepresidenta, Soraya Sáez de Santamaría. La puesta en circulación, aunque sea tan tarde, de la Ley de Mercado Único es un indicio de que ahí, al otro lado de la calle, sigue habiendo gente que discurre.

De verdad, esa mujer menudita, esa señora de aspecto infantil, se me presenta como uno de los pocos miembros del Gobierno en los que se puede confiar. Si entiendes que Wert sabe muy bien lo que quiere pero temes que acabe reculando, si compruebas que Montoro se sabe la lección pero no tiene bastante pulso, si muchas veces se ve muy claro que al presidente le tiemblan las rodillas y titubea, en ella, en doña Soraya, casi todo es firmeza y determinación. Al grano. Pero al grano, sobre todo, con una mano que hace lo que le ordena la cabeza y una cabeza que sabe dar instrucciones a la mano.

Ahora, con esta decisión, el  proyecto de Ley de Garantía de Unidad de Mercado, ha salido al ruedo, por fin, una de las reformas que España necesita como al aire que respira. La que permitirá a cualquier empresa operar bajo una única licencia en toda España. Va a ser tramitada por la vía de urgencia, lo que significa que igual, con un poco de suerte, podría entrar en vigor a principios de 2014. Y aunque es mucho, muchísimo retraso, porque es una norma que debió aprobarse en los 90, cuando las autonomías empezaron a desbarrar… seamos positivos: más vale tarde que nunca.

La Lay, explicaba De Guindos el viernes llega muy estudiada, muy consultada. Y muy reclamada por organismos internacionales. Está garantizado, dice el ministro, que es una herramienta constitucional lo cual no va a impedir, claro, que Cataluña, Andalucía y el País Vasco se suban a las paredes para impugnarla y machacarla. Las dos primeras ya han presentado objeciones, que la abogacía del Estado ha rechazado. Pero a Artur Mas le ha faltado minutos para anunciar, el mismo viernes, que se opondrá con todas sus fuerzas. Señal inequívoca, se me ocurre apuntar, de que doña Soraya va bien, de el camino reformista de Rajoy es adecuado, de que estamos en un patatal de competencias cruzadas y eso es urgente desmontarlo.

¿Cómo hacer entender a un empresario australiano o chino que, por poner un ejemplo, hay que hacer trámites separados para poder vender el mismo producto en Orihuela que en Murcia? ¿Por qué ha de haber un total de 6.000 regulaciones distintas en el mapa español a la hora de hacer posible que las empresas se muevan de sur a norte y de este a oeste? ¿A los treinta años de autonomías qué concepto hemos implantado de la libertad de mercado? En estos momentos, sin chistes,  “hay empresas que se ven obligadas a fabricar hasta 17 versiones distintas de un mismo producto o pedir hasta 17 licencias para ofrecer un servicio en España”.

Si, terminemos, poco a poco pero con determinación, con esos defectos invisibles que están lastrando la agilidad de España… Aprobemos deprisa la Ley de Mercado Único y luego, sin dilación, hagamos también normas que permitan al contribuyente no empresario hacer gestiones de forma equiparable. ¿Por qué las ITV no han de ser de carácter nacional? ¿Por qué no puedo obtener en Valencia una licencia de pesca que me permita pescar en una España sin fronteras? ¿Cuándo cesarán las reticencias y resistencias en la atención sanitaria de las personas que se desplazan o viajan?

Desde los libros de los alumnos de primaria a las regulaciones sobre medio ambiente hay toda una selva de normativa que se superpone para hacer la vida más complicada. Acabemos con todo eso, doña Soraya, porque ya es hora. Nos sobra desde hace décadas, desde Aznar y González, desde la muy burocrática dictadura de un general que quiso dejarlo todo y acabó construyendo un país donde era imposible respirar sin encontrarse con un funcionario fisgón enfrente.

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