LA UNIÓ de Llauradors demuestra que el agricultor valenciano es sobre el que menos repercute la subida de precio de algunas hortalizas y frutas a los consumidores

A perro flaco todo son pulgas

En la actual coyuntura, más bien peligrosísimo caos, todas las actividades económicas están escuálidas más que flacas, llenas de miseria más que de pulgas. Empresas y empresarios se las ven y se las desean para mantenerse cuando multitud han cerrado y abandonado; milagroso parece lo que subsiste.

Y, si a perro flaco todo son pulgas, como siempre, quien tiene más pulgas y miseria es la agricultura, la gran abandonada, la gran olvidada, la despreciada. ¡Van siempre sucios, llenos de tierra y fango, la tez arrugada y apergaminada por gélidas madrugadas invernales y por tórridas sesiones veraniegas! exclaman señoritos de pelo engominado o señoritas a las que el permanente calor les obliga a airear amplias zonas epidérmicas mientras permanecen lánguidas a la sombra de cimbreantes palmeras, atuendo de marca sobresaliente, sentados en las terrazas de lujosos hoteles de playa o en las discotecas de zonas marítimas de moda, mientras trasiegan frígidas cervezas elaboradas con la cebada que aquellos sucios campesinos cultivaron con esfuerzo para deleite de éstos que los desprecian.

Y así podríamos ir repasando todo lo necesario y básico para la vida humana, el aceite, bien de oliva, girasol, cacahuete, etc. ; el mismo vino; el pan nuestro de cada día; los principales productos de la paella; las ensaladas; frutas y hortalizas. La cocina misma comenzó hace siete mil años con la Agricultura, sin ella todavía seríamos bárbaros comiendo carne asada, sin más.

El labrador, hace siete milenios revolucionó el mundo, cambió la vida, civilizó al ser humano.

¿Hoy, qué? No les importa poner al frente del Ministerio de Agricultura, si lo hay, a cualquiera, incluso a aquéllos o aquéllas que vimos sentados en la terraza de la playa de moda aunque se extrañen de no ver el cacahuete al recorrer campos con su cultivo, o al que supo, dada su condición de matemático, cuántas ovejas (ovejos en el chiste) llevaba tullido pastor por infernal barranco en nutrido rebaño y, al ganar la apuesta, se llevó robusto mastín al confundirlo con lanudo borrego.

Casi lo mismo podríamos decir de la Ganadería, pero nos inclinamos por lo que practicamos.

Si nos concentramos en los cítricos, antigua gallina de los huevos de oro para Valencia, para los valencianos y para España entera, en lejana época casi las únicas divisas que sostenían la economía nacional, veremos el “desficasi” que ha conducido a la ruinosa situación actual y que ha convertido su cultivo en una ya pesada carga para el naranjero o cultivador de naranjos, por lo que es previsible su desaparición a medio plazo.

Si se dice en lenguaje coloquial que “el precio todo lo arregla”, hoy día es un “desarreglo” total. Lo que se paga es vergonzoso, de ruina absoluta. En ninguna otra actividad económica se podría aguantar.

El precio podríamos decir que no existe, la mayor parte de las operaciones se hacen a comercializar o a resultas, es decir que reunidos la Administración (que no quiere conflictos por estrategia política), los Sindicatos (que quieren afiliados) y Els Collidors (que quieren lo máximo), marcan el precio de la recolección (¿dónde estaban los productores, los vieron por parte alguna?), de tal manera que pagada la recolección y la comercialización, deducida la ganancia que establece el propio comerciante, lo que queda se le entrega al productor, si es que queda algo, quizá un euro por arroba (unos trece quilos), o dos, tres a lo sumo hoy día, incluso casos se han dado de exigirle gastos de recolección.

Por cierto,¿ han visto o leido en los medios que la sequía en la vertiente mediterránea, tan catastróficas para todos los cultivos en general, hayan conmovido a nuestros políticos y se haya pedido, desde algún ayuntamiento, la declaración de zona catastrófica?,nada de nada.

En esta tesitura de ruina total un pequeño alivio se nos negó para endurecer la situación. Una voz suave, desde mullido sillón en refrigerado despacho, nos comunicó la buena nueva, “mire”, nos dijo, “a partir de ahora, los productos que se les entregaban para combatir la mosca del mediterráneo, la ceratitis capitata, no los esperen, deben comprarlos Uds.” . Si combatir la plaga era oneroso porque los tratamientos había que hacerlos cada 8 ó 10 días, por lo menos el producto no se cargaba a pérdidas, magra carga generalmente.

Lo que faltaba “p’al duro” pensamos. ¿Y si nadie fumigara y la plaga se extendiera no pudiendo recolectarse ni un solo quilo de la cosecha que a tantas pequeñas economías familiares, recolectores, muchísimos extranjeros, remedian o salvan, o de transportistas o de industriales diversos; a tantos comerciantes engordan y tanto hinchan las arcas del Estado? Caos sobre caos. Problema nacional. Ni podemos, ni sabemos, ni queremos hacerlo. Así nos va y de ello se aprovechan. Ya vorem.

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