Jesús Montesinos

Ana Mato hundió el Titanic

Cada uno de los españoles sabemos más de fútbol que Del Bosque. De política sabemos más que Rajoy, Felipe González o Cánovas y Azaña juntos. Sabemos de toros, de Medio Ambiente y de grandes obras de ingeniería. Y sabemos de ébola. Todos sabemos mucho de ébola. Como si hubiéramos hecho un master en una semana. Y como sabemos mucho sabemos que la culpable de todo es Ana Mato, la política y ministra del PP.

A la enorme sapiencia española se suma que nunca tenemos la culpa de nada. Si en casa se rompe un plato es culpa de la niña que lo dejó mal puesto. Y si se avería el coche la culpa es del taller que lo arregló mal. Por supuesto, los médicos nunca se equivocan, los maestros no tienen qué ver con el fracaso escolar y los rectores de las universidades o los catedráticos no saben nada de lo mal preparados que están sus alumnos.

Aquí nadie es responsable de nada. Y además hemos encontrado en los políticos el gran aliviadero para cualquier cosa. Siempre hay un político al que culpar de lo qué sea. El ébola, el paro (el empleo no es responsabilidad de los políticos), el bache de la esquina (¡Es que la Barberá no está a lo qué tenía que estar!!) o el retraso en el Centro de Salud. La culpa es del político de turno. Por eso Franco ya decía a un ministros: «Usted haga como yo: no se meta en política.»

Los sindicatos están haciendo un master en este tema del ébola. Todos los currantes son perfectos, no se equivocan. No hay fallo humano. ¿Y si la enfermera, el médico, el de la ambulancia o el de urgencias no se equivocan quién es el culpable? El político. Y si además es Ana Mato, imputada por corrupción, ciega al Jaguar de su marido y poco espabilada en el cuerpo a cuerpo mediático, ya tenemos un culpable de la caída del Imperio Romano, la muerte de Manolote y el hundimiento del Titanic. La de cosas que se están diciendo estos días. Ella fue la que llevó la mano de la enfermera a su cara

Es un valor que se ha creado en España. La culpa de todo lo que pasa es de los políticos. Los humanos no somos responsables de nada. Siempre hay un político al que culpar. Además, como se lo montan tan mal aún suman más méritos. No hay gestión de las crisis. Ni Rajoy supo hacerlo con el Prestige ni Fabra con su espía en Presidencia. Un desastre cuando tienen que hacer algo cara al público. ¿Pero quién le preparó la rueda de prensa a Ana Mato? Nadie, porque siguiendo la filosofía Rajoy eso es perder el tiempo.

Incluso han dejado que se aposenten hipocresías como lo de las tarjetas de Caja Madrid. ¡Coño! Pero si aquí la mitad de las comuniones de los hijos se pagan con cargo a la empresa. Y la tarjeta de la empresa (incluso el más humilde de los autónomos) paga las vacaciones, el coche familiar y las compras en Zara. Amañar los pagos es cosa del gestor. Pero el país se alarma con los 15 millones de fraude de Caja Madrid y no mira al vecino de al lado o a su propia cuenta corriente.

Y lo peor para el Gobierno es que ese código de culpabilizar a los políticos se ha convertido en la gran pandemia del PP. Su ébola particular. No han sabido percibir que la huida ciudadana llevaba a exagerar la responsabilidad político. Y, por supuesto, el más torpe o incapaz es el que tiene el poder, que en este caso es el PP. Deberían aprender del PSOE en Andalucía. Paro, ERE y fracaso en mil temas, pero son la única alternativa que visualizan los andaluces.

Pero el PP no ve más allá de sus narices. Se creen omnipotentes. Ese desprecio al ciudadano les ha llevado en el caso de la Comunidad Valenciana a la encuesta de El País. No es que gane la izquierda. Es que el voto del PP se queda en casa. No se fía de los suyos. Los ve como culpables de todo. Y además de que lo sean, es que no saben demostrar lo contrario. ¿Cómo puede el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, intentar ilusionar a sus paisanos hablando del enemigo exterior: los catalanes? Eso ya no se lo cree nadie. Por eso ante semejante tontería la gente se queda en casa. ¿Sabrán conquistarla para que vuelva a votar? Lo dudo. Acabarán siendo los culpables de la lluvia o del calor.

Los comentarios están cerrados.

Ir arriba