Bárcenas y la serpiente de verano

A estas alturas ya podemos decir que la serpiente de verano lleva por nombre Luis y por apellido Bárcenas. Lo que no está tan claro es de qué clase de serpiente estamos hablando. Aún está por ver si se trata de un reptil mortífero, como quiere aparentar, o es de los que sólo dan un buen susto.

Desde que la Justicia le puso contra las cuerdas, el ex tesorero del PP ha intentado presionar, de una u otra forma, al que fue su partido. En román paladino, ha tratado de chantajearlo. En esto, ni es el primero ni será el último. En España tenemos una buena lista de gente que ha amenazado con “tirar de la manta” cuando se ha visto en el banquillo o entre rejas.

Las rejas de Soto del Real no le han sentado bien a Bárcenas, y a raíz de su ingreso allí ha empezado a lanzar las que parecen ser sus bombas de mayor potencia. El hombre, según dicen, se ha sentido huérfano, abandonado por su partido cuando, ¡ay!, más lo necesitaba. Pero la asistencia que reclamaba Bárcenas no consistía en el envío de paquetes de comida y cajas de puros a la cárcel. Él quería librarse.

El ex tesorero deseaba nada menos que el Gobierno le ahorrara el trago de un proceso judicial y una casi segura condena. Esperaba, por lo menos, que le evitase el trance del encierro en una celda. Y es que Bárcenas debe ser de los que creen que los jueces no son independientes, sino meros títeres de los políticos, y que basta una llamada telefónica “de arriba” para que se archive un caso o se retrase “ad calendas graecas”.

Ciertamente, ha habido episodios de esa clase y algún juez dispuesto al juego sucio. Igual que no han faltado gobernantes y partidos que atacan a los jueces que imputan y acusan a los suyos. Viene sucediendo con el caso de los ERE en Andalucía. Más de una vez, el Partido Socialista ha tratado de desacreditar a la juez Mercedes Alaya. Pero algo se ha avanzado. Fue mucho peor. Y está fuera de la carrera judicial uno de los jueces que más violó la frontera que separa la Justicia de la política.

La andanada más reciente de Bárcenas, la que acaba de salir del horno periodístico, es un conjunto de mensajes que intercambió con Rajoy antes y después de que éste fuera presidente del Gobierno. Y antes y después de que se le descubriera al ex tesorero una porrada de millones en Suiza. Lo más grave para el líder del PP no es el contenido de dichos mensajes, pues no dice ahí nada relevante ni delictivo. El error de Rajoy fue mantener contacto con alguien que estaba procesado, y mucho más cuando se tuvo constancia de sus cuentas suizas.

Ahora bien, en esos mensajes no le pide a Bárcenas que guarde silencio ni le promete librarle de saldar cuentas con la Justicia. El hoy recluso podrá decir que creyó que contaba con el apoyo de Rajoy y que por eso guardó silencio. Pero los textos no dicen eso. Y Bárcenas está en la cárcel. A pesar del redoble de tambores y de que el presentador anunciaba una peligrosa cobra, de momento sólo ha salido a escena una culebra. Veremos si el culebrón lleva más veneno. Aún queda mucho verano.

 

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