Vidas en peligro

No estoy a favor, ni en contra de los encierros de San Fermín, como tampoco estoy a a favor o en contra de los toros, de las carreras de motociclismo, de las carreras de automóviles o del espectáculo del circo, lugares y circunstancias donde tienen lugar, todos los años, muertes que, de no participar en esos espectáculos, se habrían evitado. 

Hago esta reflexión en voz alta o en ordenador abierto, porque he leído furibundas condenas a los encierros de San Fermín, debido a la tragedia que, afortunadamente, no ocurrió, durante el tapón humano, a la entrada de la plaza de toros de Pamplona.

Por poner un ejemplo, durante este año de 2013, que llevamos algo más que mediado, han muerto los siguientes trapecistas:  Mauricio Astraberto Aguilar de Castro, 35 años, al caer en Jalisco de una altura de 8 metros, en una actuación del circo Acuarios,en enero; y Sarah Guiyard-Guillot, de 31 años, que cayó de una altura de 15 metros, en el Cirque du Soleil, el más moderno, a primeros de julio, y que deja huérfanos a dos hijos de 8 y 5 años. Sin llegar a fallecer,  en marzo de este año se cayó un trapecista del Circo de Moscú, nacido en Kenia, que se rompió el cuello, aunque quedó con vida, con muy mala vida. 

Todos los años suelen morir media docena de trapecistas y no leo artículos furibundos pidiendo la supresión del trapecio. Cada cuatro años, pues, mueren una veintena de trapecistas. ¿Cuántas personas han fallecido en los encierros de San Fermín? Pues desde el siglo XX hasta hoy, quince seres humanos. Es decir, que en 113 años han muerto menos personas que las que perecen cada tres años, cayendo del trapecio.  Desde 1950, en que se iniciaron las pruebas de la fórmula 1, han muerto en las pistas 27 pilotos, y tampoco parece que se haya suscitado una gran alarma social. ¿Por qué la suscitan sólo los sanfermines con muchos menos muertos? Se trata de una pregunta nada ingenua, por supuesto. 

Ir arriba