Jesús Montesinos

Dicen que las encuestas son cosa seria

En solo una semana aparecen encuestas que dan al PPCV por sepultado, otras que lo dejan con vida y una tercera que situa a Podemos como deseado objeto de deseo. ¿Cuál de todas es cierta? ¿Hasta dónde llega la cocina que unos y otros aplican para conseguir esos resultados? ¿O es que el método demoscópico ha quedado tan obsoleto que es irreal?

Hay de todo, pero lo más cierto es que mientras para trabajos comerciales ha cambiado el diseño y formato de las encuestas en el campo político siguen utilizándose fórmulas y muestreos que ofrecen resultados equívocos. La segmentación en el trabajo de campo es utilizado por una empresa textil para comprobar qué quieren sus potenciales clientes y no es valorado para pedir simpatía de voto. Solo los grandes trabajos del CIS tienen en cuenta estos y otros valores que dan veracidad a la encuesta.

Por eso la cosa transcurre más o menos así:

Cuando estás acabando de freír un huevo llaman al teléfono fijo. Corres a cogerlo y te dicen es para una encuesta de tal y cual.

-¡Mire!, que se me quema el huevo.

-Que no, que son solo dos minutos. ¿Usted a quién votó en las últimas elecciones?

-Al PP, pero deje que vaya a quitar la sartén del fuego.

-¿Y de esta lista a quién votaría ahora si hubiera elecciones?

Y en eso que entra su marido que está en el paro desde hace dos años y entra en casa cabizbajo.

-¡Al PP seguro que no! ¡Mire! Voy a apagar el fuego y vuelvo.

-¡Ya está! ¡Dígame!

Pero se ha cortado la comunicación.

¿Cómo computa esta encuesta?

¿Entra en el 2 % de margen de error que se considera aceptable?

Pero otro día un encuestador que cobra un euro por encuesta realizada coge a un joven por la calle en grupo y le dice:

-¿Le puedo hacer una encuesta?

-¡Vale! ¡Quique ven! ¡Que nos van a hacer una encuesta!

-¿Usted voto las últimas elecciones?

-¡No! Estoy hasta los cojones de todos los políticos!

-Si es posible dígame si o no a lo que le pregunte. ¿Dígame de esta lista a quién votó en las últimas elecciones?

-¡Pero si no voté!

-Bueno. ¿Y de esta lista de políticos a quién votaría?

-Pues no se. A esos del PP y del PSOE seguro que no. A los otros no los conozco ¿Quién es el de Podemos?

-No tengo a nadie de Podemos en esta lista.

-¡Vámonos Quique! Estos no tienen ni puta idea.

¿Cómo computa esta encuesta?

¿Entra en el 2 % de margen de error que se considera aceptable?

Y puede haber un tercer caso.

Otra llamada a casa y lo coge la abuela.

-Señora. ¿Le podemos hacer una encuesta?

-Mire hijo, que yo no se mucho de eso. Espere que llame a mi nieta. ¡Pili ven!

-¡No señora! Queremos que conteste usted.

-¿De esta lista a quién votó en las últimas elecciones?

-¡Yo al PP! Y mi nieta que está aquí también porque me acompañó a votar y me lo dijo!

-¿Y de esta lista que le digo a quién votaría usted si hoy hubiera elecciones?

-¡Yo al PP! Porque son gente seria y quieren a Valencia y a España. Y mi nieta Pili también me dice que votaría al PP. ¡Apúntelo joven!

¿Cómo computa esta encuesta?

¿Entra en el 2% de margen de error que se considera aceptable?

Podríamos escenificar otros tantos ejemplos que se encuentran los encuestadores cuando hacen el trabajo de campo. Hacen falta pues el número de encuestas que realiza el CIS para obtener un resultado homologable, no las encuestas al uso que se contentan con mil unidades, sin entrar en más detalles del trabajo de campo.

Por ello, al margen de la cocina posterior, el problema de las encuestas actualmente es que solo pueden representar tendencias, porque los márgenes de error son brutales aunque no los reconozcan porque no cobrarían. Un último detalle. Se hacen casi todas a teléfono fijo. ¿Y quién tiene ahora teléfono fijo en casa?

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