Dos libros

Qué par de libros tengo ahí, ya catados, a la espera del tiempo que no tuve para ellos cuando se publicaron: La otra vida de Luis Buñuel, digital, de Javier Rubio, y Maura. La política pura, ‘analógico’, de José María Marco.

Javier Rubio empezó siguiendo los pasos de Gustavo Durán, el ‘soldado de porcelana’ de Vázquez-Rial –cómo te echo de menos, qué bueno, Horacio, mi muy querido–, y acabó «atrapado» en el «misterio» de Buñuel, ese «mitómano redomado» que concienzudo llevó al día «el libro contable de su vanidad» y se volcó en «ocultar a sus comentaristas los episodios menos airosos» de su vida escindida, «la que tuvo y la que contó». Rubio, sabueso inesperado, arrancó haciendo «un sumario contra un mentiroso» y sorprendido acabó reflexionando sobre cómo mentimos y nos engañamos, qué hace la fama con el famoso, cómo confabulamos el pasado. «Si, como parece, somos nuestros recuerdos, conviene tener siempre presente el crédito que merecen», anota y advierte Rubio en estas páginas desmitificadoras, inquisitivas, sobre el «mejor» cineasta español y su circunstancia, lo que vale decir sobre Dalí («la influencia más decisiva de su vida»), Lorca, la Residencia de Estudiantes aquella; la Guerra Civil, cierto exilio, el Séptimo Arte –con perdón– y el tremendo poder transformador de la fuerza de voluntad de un narcisista ambicioso.

Igual de oportuno que La otra vida de Luis Buñuel –se cumplen ahora treinta años de la muerte del de Calanda– es el Maura de José María Marco, intelectual necesario –qué obra extraordinaria está fraguando– que viene a hablarnos, precisamente en esta hora, de un político de raza que «no se engañaba acerca de la profundidad de los males de su patria» pero que «nunca cedió al cansancio ni al derrotismo» y que «cuando el espíritu español decidió suicidarse (…) demostró que esa no era la única actitud posible». Precisamente ahora, Marco nos pone como ejemplo a quien «afirmó la vigencia del liberalismo en el momento mismo en que el liberalismo parecía acabado», confió en la sociedad española «en un momento de crisis que abocó a un pesimismo de orden patológico» y, sin perder de vista «la realidad de las cosas y la complejidad de la vida social», hizo política de Estado desde sus “irrenunciables” principios.

Maura, que quería vivir en una Monarquía de todos, democrática y liberal, «no se hurtó a ninguna batalla política» y acabó convertido en objeto de un odio feroz por parte de la izquierda reaccionaria, traidora del liberalismo que abrazó en su día y que desde entonces no ha hecho sino enfangarse en el cuanto peor, mejor, «con un coste exorbitante para el conjunto de los españoles».

Antonio Maura. Precisamente ahora, Marco en las conclusiones anota y sentencia:

Sus herederos políticos tardaron mucho tiempo en entender que, a pesar de todo, incluso sin interlocutor, no hay más alternativa que continuar y profundizar la propuesta democrática y liberal.

Cuánto bien haría el emporio de Pedro Jota regalando este libro extraordinario con la compra de un ejemplar del periódico favorito de Mariano

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