El ocaso de Pedro Sánchez o el rescate fallido del bipartidismo

El ocaso de Pedro Sánchez o el rescate fallido del bipartidismo

Pedro Sánchez ha dimitido como Secretario General del PSOE. En la pugna mantenida contra el sector liderado por Susana Díaz, muchos han inclinado sus simpatías hacia Pedro, tanto dentro como fuera del PSOE.

Pero lo bien cierto es que resulta más que dudoso que con Pedro Sánchez no hubiésemos seguido teniendo a Rajoy en Moncloa porque es más que dudoso que nunca hubiese dejado de priorizar su lucha contra Podemos sobre cualquier otra cosa (para salvarse como la pata izquierda de un rescatado bipartidismo y resucitar el fundamento del régimen del 78) y todos sus movimientos aparentes hacia un gobierno de progreso hubieran seguido siendo un postureo para, como ya viene siendo norma, tratar de imponer la narrativa de que “el PSOE intenta un gobierno de progreso pero resulta que Podemos lo impide”. Pedro nunca hubiese pactado gobierno con Podemos, siempre habría, en todo caso, postureado” con esa perspectiva para tratar de imponer narrativas beneficiosas para el PSOE en los futuros escenarios de confrontación electoral y, por tanto, con Pedro hubiéramos ido a terceras elecciones y hubiéramos seguido teniendo a un Rajoy incólume en Moncloa.

Desde este punto de vista, puede considerarse positiva la dimisión de Pedro Sánchez si se interpreta esto como el fin de la farsa pesoísta. Susana es más “lista” (si se quiere, como las ratas) pero el PSOE tenía más futuro con Pedro ya que ha venido demostrando más inteligencia. ¿Por qué?

Pues porque los intereses personales de Pedro Sánchez eran coincidentes con un rescate del Régimen del 78. En la medida en que su línea estratégica iba prioritariamente encaminada a destruir a Podemos en una lucha sin cuartel resulta que sus esfuerzos iban encaminados de hecho a mantener la lógica bipartidista. Es curioso cómo precisamente el sector más rancio del PSOE, el más cercano a las posiciones más rancias del R78, ha sido precisamente el que puede estar dando la estocada al R78 mediante la fatal condena al PSOE hacia la pasokización y, con ello, sentenciando el derrumbe del régimen en un gesto suicida.

Obviamente, ni parece plausible que Pedro Sánchez tuviera la altura de miras (o “visión de estadista”) como para ser consciente de ello y perseguirlo (desde una coherencia ideológica y ética que podría ser discutible pero sin duda que al menos respetable) ni tampoco parece plausible que Susana Díaz tenga la altura de miras para comprender la trascendencia de su golpe de estado. Esa es la altura política que primaba en el PSOE. Así que no sorprende que el PSOE se encuentre ahora en peligro de un inminente proceso de pasokización hacia la irrelevancia política.

El derrumbe del PSOE es un paso más en la descomposición del régimen, aunque no es en absoluto descartable que el régimen tenga aún cierta capacidad de regeneración. No deja de resultar sorprendente la performance de sus actores principales en este conservador cometido. De hecho hay quien piensa que Pedro Sánchez, más tarde o más temprano, podría volver a lomos de unas nuevas primarias y así, apoyado mayoritariamente por una militancia enormemente decepcionada y cabreada, volvería a encabezar un PSOE que pudiera nuevamente vender con plausibilidad el producto de izquierdas socialdemócrata que tradicionalmente se le ha supuesto ser (cada vez de forma más falsaria). Somos muchos los que no nos creemos al PSOE, ni con Susana ni con Pedro.

Todo parece simplemente una disputa de poder motivada por lo siguiente: los auténticos poderes fácticos no estarían a gusto con Pedro y preferirían asegurarse la estabilidad del actual régimen de poder, que representa Felipe González, a través de Susana y su golpe de estado. Parece bastante evidente que esta historia del principio del fin del PSOE seguirá arrojando capítulos interesantes. Es lo que suele suceder cuando los tiempos, como estos, son turbios.  

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