William Vansteenberghe

El Refugio

La Unión Europea acaba de firmar uno de los acuerdos más vergonzosos de toda su historia, el que la liga a Turquía, régimen más que dudoso, para conseguir taponar de forma definitiva la llegada masiva de refugiados sirios, afganos e iraquíes además de algún iraní y kurdo por motivos obvios.

Con esta firma sentencia de una vez por toda la incapacidad de gestionar cualquier problema que implique a un cierto monto de países miembros, dada la carencia absoluta de herramientas que se impongan de forma clara en asuntos sociales a las agendas nacionales.

La llegada masiva de personas al Continente europeo es un problema que requerirá una capacidad de decisión en tiempo real, imposible con el modelo actual, de reuniones interminables a todos los niveles de la administración europea para conseguir que siempre por el veto o la negación de cualquiera de los miembros, se dilate la respuesta necesaria en el tiempo.

Esta negación nos pone a los pies de una realidad innegable, la Unión carece de toda política Interior válida, por lo que al carecer además de una agenda coherente e independiente en términos de política exterior, uno puede preguntarse, ¿es útil formar parte de una Unión que solo te exige cumplir con el déficit y una serie de políticas monetarias que solo tienen en cuanta el crecimiento económico a cualquier precio como objetivo primordial, podemos afirmar con ello que en definitiva ,no hemos salido del club de los economistas y del dinero, no nos hemos alejado mucho del pacto para el carbón y el acero.

Pero nos han vendido que Bruselas defiende derechos, tiene ética, tanto es así que le damos lecciones a los futuros miembros de cómo deben de cambiar su legislación para adaptarse a las exigencias mínimas para forma parte del club del carbón y del acero.

Mientras que nosotros olvidamos que para la legislación internacional un refugiado es aquel que cumple: Estar fuera de su país de origen, nacionalidad o residencia habitual. Que existen razones justificadas por las cuales tiene miedo a ser perseguido en su propio país por razones de raza, religión, nacionalidad o por ser miembro de algún grupo social o por ideas políticas. Que es incapaz o rechaza la protección de su propio país, o no puede regresar por miedo a dicha persecución…

De hecho cuando se filtraron las primeras noticias que íbamos a “devolver” a los refugiados a Turquía, país de donde es la mafia que se ha lucrado para hacer llegar a los refugiados a Europa, todos los juristas interesados que tampoco son tantos, se echaron las manos a la cabeza, ya que íbamos a incumplir la carta de los Derechos Humanos en lo relativo al asilo a refugiados, que determina que no se puede devolver a un refugiado a ningún sitio, ni siquiera si cruza dos fronteras transformándose por arte de magia en un inmigrante por causas económicas, ya que se considera que huir de la catástrofe solo necesita de una frontera, si cruzas otra es vicio, por lo que en realidad estás buscando tu interés que debe ser económico no de refugio.

Por lo tanto los refugiados no tienen derecho a reagrupación familiar en caso de tener familia, por lo que se obvia un aspecto humanitario fundamental, además de aliviar en parte esa carga económica que tanto pesa en los bolsillos comunitarios y en la mente de los ciudadanos de bien, ya que las personas, más que los Estados, somos solidarios y ayudamos a nuestros familiares, sobre todo los del Sur, los atrasados, e incumplidores, ya que los del Norte los entierran en vida en residencias.

De todas formas en esta noria de la vergüenza solo gana Turquía, primero a través de su mafia, ya que alguna responsabilidades tendrán las autoridades en la existencia de esta, o más bien en que no exista, la cual se ha lucrado cruzando a los sirios y otras nacionalidades a cambio de casi todo lo que tenían, y ahora vía el Estado Turco se embolsa el doble de lo propuesto inicialmente, seis mil millones de euros para volver a recibirlo, negocio circular redondo.

Además la Unión le da rango de aceptable interlocutor a un gobierno torturador de su propio pueblo, y parte del dinero acabará utilizado para reprimir a las minorías presentes en el territorio turco, favoreciendo la escalada de violencia, de la cual ya hemos tenido un ejemplo en el atentado reciente reivindicado por el extremismo kurdo, en respuesta a los abusos de los militares turcos.

No solo incumplimos los compromisos internacionales en tema de asilo, sino que acercamos el problema del Próximo Oriente aún más a nuestras fronteras, ya que elegimos parte, además perdemos con esta decisión la esencia misma de la Unión, la acogida a toda persona que sufre de persecución, que caracterizó la política europea en los decenios anteriores, y en un ejercicio de geometría pueril e indecente, acogemos a los que nos parecen más aptos, o sea discriminamos.

Los atentados de Bruselas, abominables sin paliativos, no van a jugar a favor de los refugiados, ya que pasarán a la última plana de los rotativos durante el tiempo vital necesario para que la operación de evacuación se ponga en marcha. De hecho todo lo lento que hemos sido a la hora de encaminar a los refugiados hacia lugares dignos, los pocos que lo eran se acaban de transformar en campos cerrados, no atreviéndome a utilizar otro apelativo. La opinión pública, volátil, pensará que esto les libera de todo posible atentado que pudiese traer en la maleta algún de los pocos infiltrados.

Pero no olvidemos que hay dos lados siempre, de todo esto ¿que quedará en la memoria colectiva de los habitantes del Próximo Oriente, y hasta del Mundo entero con respecto a Europa?, De hecho que pensaríamos nosotros en el caso de que nos hubieran tratado de esta forma.

Con esta decisión, precipitada, hemos perdido dos grandes oportunidades, confirmarnos como potencia mundial y desde el aspecto más noble, el de la generosidad, y el de atraernos el agradecimiento de una parte del Mundo donde la mano de Europa ha metido demasiadas veces la pata.

Artículo de colaboración de William Vansteenberghe

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