En busca de la maldita culpa

En las últimas horas la actualidad nos habla de nuestra incesante búsqueda de la culpabilidad. El ministro de Guindos se ha convertido en portada a través de una entrevista de televisión donde ha dicho… lo que ya sabíamos. Lo que sabíamos desde el punto y hora en que se formuló: que unir siete cajas de ahorro muy averiadas en una sola y después hacer que saliera a Bolsa el resultado… fue un error.

De Guindos no dice quién fue el culpable. De Guindos no señala a Zapatero ni a Fernández Ordóñez, tampoco se toma la molestia de molestar a Rato, Blesa u Olivas…Ni falta que hace. Es completamente inútil que lo haga o lo deje de hacer. Nosotros, “we the people”, ya sabemos quién y quiénes son los responsables. Lo que ocurre es que lo interesante, lo pérfida y morbosamente interesante, es oírselo decir a un político. “Hubo errores”, dice. Y el alma se nos llena de paz.

Uno de los causantes de aquellos gravísimos errores, el que fue gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO) acude al fin a una comisión de las Cortes Valencianas que le viene exigiendo desde hace meses y meses que comparezca. Él cree que no tiene obligación alguna. Él piensa, y seguramente lleva razón, que quién debe examinar su tarea, el Congreso de los Diputados,  ya lo ha hecho en su momento. Pero, bueno está, viene a Valencia, se somete a la legitimidad del parlamento valenciano y se deja preguntar por los problemas que tuvo la CAM. No por los de Bancaja, no por los del Banco de Valencia, no por los de Caja Rural, sino solo por los de la CAM.

Y claro, como MAFO tiene más revueltas de colmillo que todos los diputados juntos, como es más malo que un dolor de muelas en noche de bodas, llega y dice que la CAM estuvo muy mal gestionada, mal administrada, llevada y descarrilada por personas muy poco profesionales y sin calidad… para acto seguido dejar caer, o insinuar, simplemente observar suavemente, que la institución competente que hizo los nombramientos de unos consejeros de la CAM que nos salieron ranas fueron… sus señorías, los mismos miembros de las Cortes Valencianas que están queriendo investigar celosamente, lupa en mano,  quiénes son los culpables.

No hay que darle muchas vueltas: los culpables, sin duda, fueron los que votaron a los candidatos propuestos por sus partidos. Los que no discriminaron y dijeron que Modesto Crespo, Vicente Sala, Manuel Navarro, Raquel Paez, Martín Sevilla, Elia María Rodríguez… eran personas idóneas para el objetivo propuesto. Los que dijeron que sí, sin mirar pluma o pelo, a los nombres propuestos en su momento por Zaplana, Pla, Olivas, Camps, Alarte o Puig porque los partidos son obediencia ciega por encima de la presunción de que una persona es un zascandil y el otro un zoquete que seguramente no dará buenos resultados en un sitio tan delicado como el consejo de administración de una caja de ahorro.

El círculo de la culpa, la ceremonia de la expiación, se da la vuelta y se muerde las entrañas. Pronto ocurrirá –de hecho ya es muy evidente– que nos dirán que la culpa es del pueblo, que ha elegido a unos dirigentes torpes y poco solventes.

Pero el camino tortuoso que lleva al convencimiento de la culpabilidad de los políticos es tan inútil como el que hace bien poco hizo –y volvemos a lo mismo—el señor De Guindos, al presentar la “nueva” ley de cajas de ahorro. Porque al describirlas obras vez como entidades modestas destinadas a prestar dinero a las familias y a las pequeñas empresas en el ámbito de su región, nos las “desbancariza”. Que es justamente lo contrario que lo que su partido hizo al final de los noventa, cuando impulsó la bancarización y expansión de unas entidades que entonces se dijo que estaban “llamadas a competir en el mercado”.

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