Gracias, Cindy

Hace unas semanas, saltó una pseudo polémica en torno a la perpetua felicidad que blogueras, celebrities e influencers se encargan de mostrarnos a través de sus redes sociales. Un supuesto estado de eterno bienestar, comodidad y placidez que ha llevado a provocar sentimientos de frustración a sus seguidores.

Una vida perfecta con un trabajo y familia dignos de envidiar que compaginan divinamente con eventos de importante repercusión, colaboraciones con las firmas de nuestros sueños y alfombras rojas.

Aunque, obviamente, no sea oro todo lo que reluzca en sus vidas, estas populares personalidades de la web 2.0 social se empeñan en hacernos creer que viven en un limbo personalizado y hecho a medida donde poder alcanzar sus deseos profesionales más profundos. Y esto, cabrea, indigna y desengaña.

Tal fue la revolución causada por esta polémica que, como consecuencia, algunas fashion bloggers se han atrevido a compartir con su público alguna que otra situación personal con la que demostrar que también tienen días malos, problemas personales o bajones morales, como todo el mundo.

Ese proceso de humanización del personaje ha tenido una gran protagonista esta semana. Cindy Crawford, la supermodelo estadounidense de los años 90, ha posado para una editorial de la revista de moda Marie Claire. Nada extraño ni fuera de lo que nos tiene acostumbrados esta top sino fuera porque las fotografías no se han retocado lo más mínimo y en ellas podemos ver a la top luciendo cuerpo a su casi medio siglo de vida.

Imágenes que han suscitado elogios y críticas a partes iguales. Y yo me pregunto, ¿qué cuerpo se espera de una mujer trabajadora de cuarenta y ocho años y madre de dos adolescentes? Los años, señores, pasan para todos por mucho que un@ se cuide y Cindy no es una excepción.

Lo que sí me parece excepcional es su actitud de valentía y templanza ante la repercusión que, seguro sabría, iban a causar estas fotografías. Porque, ¿cuántas celebrities se atreverían a posar de la misma manera?

Acaban de responderse.

Gracias, Cindy, por mostrarte tal cual, sin filtros ni sombras que escondan tu belleza, real como la vida misma. Sin retoques ni capas que te hagan parecer una quinceañera.

Porque lo difícil es mostrarse tal y como uno es. Quitémonos las caretas y, de paso, las cadenas que nos impiden alzar el vuelo a la pura realidad.

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