Hay que buscar un alcorce

Las noticias se repiten y se repiten y se repiten. Esto parece el día de la marmota. Las repeticiones se pueden explicar porque, en verano, hay pocas novedades y los que se quedan de guardia en los ministerios y en los sindicatos y en las empresas van repitiendo lo mismo, hasta que llegue septiembre, y a repetir lo mismo.

Las repeticiones también se pueden explicar porque los responsables de encontrar soluciones a los problemas que siguen y siguen y vuelven a seguir, o no saben, o no pueden o no quieren resolverlos, o las tres cosas juntas, y utilizan el mareo de la perdiz hasta que la pobre se cae al suelo, derrengada. Entonces se busca otra perdiz y hala, a trabajar con ella.

Todo lo anterior no son más que elucubraciones de verano sobre la noticia que acabo de leer: que el presidente el Parlamento Europeo, Martin Schulz, “ha planteado la necesidad de analizar las posibilidades legales para forzar a los bancos a conceder créditos que ayuden a la reactivación de la economía real”. Ejemplo sublime de mareo de la perdiz. Luego, para evitar que alguien le acuse de atrevido, dice: “por supuesto, en términos favorables”. La perdiz ya no sabe por dónde anda.

O sea, Europa lo está estudiando. Sin prisas, que en estas cosas no hay que correr. Uno de mis yernos, buena persona si los hay, ignorante de los entresijos del sistema bancario como todo el mundo menos los financieros que han creado los entresijos, me dice: “¿y si nos olvidásemos de los bancos, les dejásemos juguetear tranquilos y encontrásemos otro procedimiento para que el dinero llegara?”. Como ya conoce mis manías y las respeta, no dice que el dinero llegara “a la economía real”, porque eso siempre me ha parecido un eufemismo que utiliza esa gente para ocultar que lo que hacen ni es economía ni es real ni es nada. Sí es algo, pero como soy bien educado no lo digo.

Mi yerno dice que no entiende por qué el dinero fabricado por el BCE se presta a los bancos: “con la cantidad de oficinas bancarias que han cerrado, con la cantidad de empleados bancarios que se han ido a la calle, no entiendo por qué el BCE no alquila muchas de esa oficinas, contrata a muchos empleados bancarios, encarga unos rótulos que pongan ´Banco Central Europeo´, les pone el logo que tenga, porque un banco sin logo no es nada, y dice: ´mi responsabilidad consiste en ayudar a reactivar la economía´. Y continúa: ´ya os habéis portado bien. Habéis aprendido lo de la austeridad del mejor modo posible: sufriéndola. Ahora, vamos a trabajar juntos. Allá los bancos con sus ratios de solvencia, sus Basileas, sus tasas de morosidad. Allá ellos. Y si se hunden, que se hundan. Y si intentan seguir fríéndoos a comisiones, que sigan intentándolo, mientras os dejéis. A partir de mañana, podréis pasar a pedir créditos. Y, por supuesto, al mangante no le prestaré dinero y al no mangante, sí. Como es natural. si me presenta un plan de negocio que tenga cara y ojos´”.

Como mi yerno se para porque tiene que respirar, mi mujer entra en la conversación. A veces, le da por la teología barata. Pero la de hoy no lo es. Dice que no entiende una cosa: que muchos de los que dicen que para tratar con Dios les sobra la Iglesia porque no quieren intermediarios, para tratar con el BCE, que es bastante menos que Dios, sí quieren intermediarios: los bancos.

En España siempre hemos echado la culpa a los intermediarios, sobre todo a los alimenticios. Con mucha frecuencia he oído eso de que un tomate en la mata vale tanto y en la lata que compro en el supermercado, más. ¡Fuera intermediarios! Lo que pasa es que yo entiendo la necesidad del intermediario alimenticio, porque si cada vez que quiero una ensalada tengo que ir a la tomatera más próxima, no comeré ensalada, por pereza. Me va bien que alguien vaya al campo, coja el tomate, y lo ponga en condiciones hasta meterlo en una lata, previo paso por Sanidad, para garantizarme puedo comerlo sin peligro.

Pero lo del dinero no es como lo del tomate. En el caso del dinero, el que lo fabrica lo hace en buenas condiciones y no tiene que pasar por Sanidad. Y si me lo pone a mi disposición y me lo trae a casa, ¿para qué quiero el intermediario?

Ya sé que los bancos, que así se llaman los intermediarios en cuestión de dinero, deben muchos euros a intermediarios de otros países y que, por eso, les estamos (subrayo el estamos) echando millones para que intenten pagar sus locuras pasadas. Ya sé que, como dieron créditos como los dieron, mucha gente les debe dinero y no se lo pagará y, como decía un amigo mío de Bilbao, lo tendrán que “tirar a pérdidas”.

Lo sé. Pero hay que hacer algo revolucionario, pacíficamente revolucionario, que deje a estos señores temblando, viendo que cuando decían que eran necesarios no era verdad del todo.

P.S.

1. Cada vez hago más caso a los que no saben y menos caso a los que saben, porque, quizá para compensar, a muchos de los que no saben Dios les ha dado sentido común y, a muchos de los que saben, no.

2. Releo el artículo antes de enviarlo. Me suena un poco a soflama. Es posible que, desde el punto de vista técnico, no se sostenga. Pero ¡mira que si se sostuviera! ¿Por qué no probamos? Porque, por el camino actual, no se llega a ninguna parte. Y cuando por un camino no se llega a ninguna parte, hay que buscar algún alcorce (“atajo”, en aragonés.)

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