La “paraeta” del FIB

 

Comprendo la inquietud de los hosteleros. Por bajo que fuera el gasto de los “fibers”, por más que muchos durmieran en la playa o en tiendas de campaña, la animación económica que miles y miles de jóvenes dejan cada año a lo largo de toda la costa es siempre interesante, y en todo momento bienvenida.

Pero más que la suspensión de pagos de ese empresario del FIB que nadie conoce, lo que me apesadumbra, lo que me inquieta, lo que termina por angustiarme muchísimo, es llegar a la conclusión de que uno de los pocos eventos que yo creía que era “natural” –empresario extranjero que monta un festival de rock, cobra por las entradas y gana cuando los ingresos superan los gastos– tampoco lo era. Nunca lo ha sido, porque un año tras otro, si ha habido FIB, si el festival ha sido posible y la gente joven se lo ha pasado la mar de bien, ha sido porque siempre había alguien que, desde la Generalitat, desde la Diputación y desde los ayuntamientos, dirigía un “chorro” de dinero hacia las arcas del “boss”.

Si bien se mira, es muy decepcionante. Pero no tanto comprobar la amarga verdad de las subvenciones, sino asimilar el grado de “inocencia” en el que hemos vivido los que pensábamos que había algo que no lo estuviera. Que todo, todo lo que nos ha rodeado durante tantos años era siempre una “paraeta” que se extendía al borde del camino en espera de unas miguitas de subvención.

¿Se hará alguna cosa en España sin subvención oficial? Festival de Granada y Festival de Santander. Castillo de Perelada y Maestranza de Sevilla. Bilbao y Jaén, jazz en Vitoria y jazz en Valencia… Barcelona, Málaga, Mérida, Almagro, Sagunto, Huelva y todo lo que se cuece a lo largo y ancho del verano, ha vivido hasta la fecha gracias a que, aunque hubiera algunos patrocinadores privados, siempre concurría una porción no desdeñable de dinero público.

De ahí que la Comunidad Valenciana, en el curso de su grave situación financiera, se haya quedado sin la Mostra de Cine y sin el Campus Party. De ahí, también, que la Fórmula 1 del año 2014 esté en tela de juicio y que a estas alturas no sepamos finalmente si el FIB va a acudir a su cita de cada verano o nos va a dejar viudos… en busca de un lugar donde brote con más facilidad la subvención.

Todo indica que el concepto de “paraeta” ha pasado a la historia. La pregunta que hay que hacer, por encima de tantos lamentos, es si surgirá o no una nueva cultura del duro aprendizaje de esta crisis. ¿Habrá pronto una ley de Mecenazgo que estimule a las empresas privadas a patrocinar hechos culturales? ¿Surgirán en estos sectores empresarios capaces de poner en pie proyectos en los que no concurra subvención pública? ¿Se inventarán modelos de financiación participativos que garanticen la viabilidad de proyectos de cultura popular? Esos son los principales retos del mercado cultural español, y europeo, cuando la crisis está en lo más profundo.

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