Las cavilaciones del sistema

 

Se me dirá que un sistema no puede tener cavilaciones, pues, no es un ser animado ni mucho menos racional. Un sistema es, eso, una estructura suponemos que ordenada, que permite el desenvolvimiento de una actividad dentro de unos parámetros operativos que conforman sus propias normas de funcionamiento. Lo que sobresale de un sistema es la relación ordenada de los instrumentos, y el objeto que da razón de ser al propio sistema, para cuya consecución fue diseñado.

 

Así concebido, el sistema se crea en un momento determinado y, creado, se aplica con un cierto automatismo, para que éste venga a resolver los diferentes problemas en su desarrollo, tanto menores cuanto más perfecto haya sido el diseño del sistema llamado a resolverlos.

 

¿A qué viene todo esto, se preguntarán ustedes? Pues a que, en ocasiones, se diseñan sistemas que, ya desde el origen, no son capaces de cumplir la función que se les asigna, por lo que los mecanismos de corrección tienen que estar permanentemente en juego y, en no pocos casos, sometiendo al mismo sistema a continua corrección. Es en este momento, cuando los correctores –encargados de la gestión y vigilancia del sistema– se sienten abrumados por las cavilaciones.

 

Quienes ahora están en esa situación, son las autoridades monetarias, con pretendida jurisdicción sobre ciertas economías no poco significativas. El problema de la cavilación radica en esa expresión que acabamos de usar: pretendida jurisdicción sobre ciertas economías… ¿Realmente pueden pretender jurisdicción sobre las economías reales? ¿No será una arrogancia asumir tal competencia? La economía monetaria no tiene otra función que servir a la economía real. Más concretamente, su misión se reduce a situar medios de pago en el mercado, suficientes y sólo suficientes, para que las transacciones se desenvuelvan con agilidad a precios estables.

 

Sin embargo, lo que realmente están asumiendo el protagonismo económico, en los sectores financiero y real, para incentivar un crecimiento o para alcanzar una estabilidad. ¿Hay que pedirle tanto a la política monetaria? En su actuar, se han introducido cauces de estímulo para el crecimiento, bien que con escasa efectividad, que se vienen manteniendo desde hace ya algún tiempo, y, la cavilación ahora es, ¿hasta cuándo mantenerlos? O lo que es lo mismo, ¿cuándo eliminarlos sin que se provoquen efectos indeseables?

 

Son cavilaciones, consecuencia de competencias asumidas, que no les eran propias. 

 

 

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