Las maravillas del día

 

 

Me maravilla, debo reconocerlo, la operación de reflotado del “Costa Concordia”. Me maravilla también el asombro con que se acoge la “novedad” de que Cataluña dejaría de pertenecer a la Unión Europea en caso de separación de España. Pero lo que más me maravilla, lo confieso, es cómo seguimos sin hacer nada para ordenar el calendario festivo como Mariano Rajoy prometió.

En apenas unas pocas horas, el “Costa Concordia” ha sido reflotado. Ha habido suerte, la mar ha colaborado con una calma envidiable, y el complejo aparato que ha diseñado un técnico sudafricano, en base a la aplicación de principios elementales de física, ha terminado por triunfar. Anteanoche había risas en las tertulias: al ser cosa de Italia, casi se instalaba la operación en el ámbito cómico del “Pan, amor y fantasía…”. Y no se entendía eso del “orgullo nacional” como fundamento de una operación que cuesta 600 millones de euros. Claro que tampoco se sabe que Italia no solo es propietaria de algunas de las más importantes flotas navales del mundo –MSC y Costa Cruceros son solo dos de ellas– sino que, pese a la competencia oriental, tiene lo que España ha perdido: unos insuperables astilleros donde se construyen numerosos buques de crucero.

Me maravilla también que maraville la noticia sobre la exclusión de Cataluña de Europa en un caso de independencia. Se supone que eso era bien sabido. Se supone que Artur Mas lo sabe de sobra. Pero también es verdad que se oculta a la gente, sistemáticamente, la cadena de graves consecuencias que tendría –para los valencianos y los demás españoles también– la aparición de una nación no reconocida, sobrevenida como un tumor, a la que, para empezar, habría que poner fronteras y tratar, en todos los aspectos jurídicos, como si fuera Laos o Senegal.

Pero puesto a maravillarme, todavía me causa más impacto el hecho incomprensible de que se haya elaborado el calendario laboral valenciano para el año 2014 y se haya consagrado una vez más que San José no se traslada al lunes, como en su  momento se anunció como revolución necesaria. No, ni San José ni ninguna otra fiesta que podía ser razonablemente trasladada va a cambiar en el calendario de 2014. No hay ganas, no hay agallas para poner en práctica una de las transformaciones y reformas que parecía imprescindible cuando comenzó la crisis. De modo que empiezo a preguntarme si al final tendrá alguna virtualidad práctica todo aquel reformismo que quisimos ver en el ánimo político hace un par de años.

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