Necesito hablar

Necesito hablar del accidente de Santiago. Espantoso.

He dicho alguna vez que en España, nos quejamos de que la justicia es lenta, y no es verdad. En cuatro días ya sabemos quién es el culpable, y como hoy es 1 de Agosto, nos iremos felices, de vacaciones. Todo está resuelto.

No lo veo tan claro. El tren del accidente era un Alvia, en el que viajo con bastante frecuencia. Siempre me ha parecido un AVE “pobre”, porque no te dan de comer. Por lo demás, fenomenal. No va a 300 kilómetros por hora como el AVE, pero parece que puede llegar a 250. De hecho, como en el AVE, te van mostrando la velocidad y eso, a mí me gusta mucho.

Ahora ha tenido un accidente. Serio, porque como en un tren, en un avión o en un autobús, van muchas personas, cuando pasa algo, el “algo” es muy serio.

Ante un accidente de tren, todos nos acordamos de Atocha. Por eso hace bien el Delegado del Gobierno en Galicia diciendo que no hay indicios de que algún bestia haya puesto una bomba.

Visto lo cual, ¡a por el culpable! Ya lo hemos encontrado. Estaba en la cabina del maquinista. Se llama Francisco José Garzón. Si se hubiera muerto, no habría dudas. “Señor Garzón, que en paz descanse: usted lo hizo”.

Pero, gracias a Dios, no se ha muerto.

En los trenes hay una caja negra. Pensé que en seguida la habían analizado a fondo, pero no. Empezaban ayer, día 30, y parece que es un trabajo largo.

Sin embargo, inmediatamente se ha decidido que el maquinista tuvo la culpa. No es un novato. Lleva en Renfe desde 1982 y ha hecho ese mismo trayecto unas 60 veces. O sea, que sabe conducir. Algo es algo.

Como salió herido, le hacen fotos de cerca, le curan las heridas y le ponen vigilancia para que no se escape, aunque, realmente, no sé dónde se iba a escapar en el estado en que se encuentra. Le hacen un interrogatorio en el hospital y dice que no quiere declarar. Me parece de puro sentido común. Una persona que ha tenido una experiencia tan horrorosa, que está en estado de shock, que le duele todo el cuerpo, y viene un señor a que le cuente los hechos. ¿Pero qué quiere que le diga? Ya puede dar gracias de que no le haya soltado una grosería seria. Como a todo hay que ponerle nombres, leo que este silencio se llama “estrategia de defensa”. Estrategia de defensa sería que le hubiese tirado el orinal al tontito que le interrogaba.

Inmediatamente, “varios jueces se han pronunciado en los medios de comunicación sobre la posible pena que le podría caer si se demuestra su culpabilidad”. Ahora entiendo por qué la justicia es lenta: porque si los jueces tienen que ir a la tele a lucirse, a la radio a lucirse y a la prensa a lucirse, los pobres hombres no tienen tiempo de trabajar. Como los males nunca vienen solos, oigo hablar a un abogado por la radio, extendiéndose sobre las penas posibles y diciendo que bueno, que como la instrucción está iniciándose, todo esto es lo que él piensa, pero que igual no es así. ¡Dios mío, qué precisión!

Menos mal que un maquinista dice que por qué no esperamos a ver qué pasó. Pero no interesa, porque tenemos que ir al grano, rápido, que se está acabando Julio y tenemos alquilado el apartamento en la playa desde el 1 de agosto y no podemos perder un solo baño.

Mientras tanto, veo que “Fomento culpa al maquinista” y que “El Gobierno lo señala como culpable”. Y que el ministro del Interior dice que “hay indicios racionales para considerar que (el maquinista) puede tener una eventual responsabilidad…que deberá determinar el juez”. Para acabar diciendo que el juez es el que tiene que hablar, Jorge, te podías haber callado.

Menos mal que el juez es un señor “discreto, con fama de serio”. Lo malo es que le han puesto como apoyo al “más mediático de los jueces gallegos”, que escribe novelas, y habla en TVG y en la Radio Galega. Dios mío, señor Garzón, encomiéndese al Apóstol para que este señor siga escribiendo novelas y no vaya a la tele ni al radio.

Le llevan esposado al juez. ¡¿Por qué’! Y ¿por qué permiten que le hagan fotos? Será por lo de la libertad de expresión y libertad de prensa, digo yo. Porque si no, me parecería una canallada.

El juez le retira el pasaporte, porque, supongo que el señor Garzón es pariente lejano de Bárcenas y tiene cara de haber abierto una cuenta en las islas Cayman.

Le dejan en libertad con cargos. ¿Qué clase de libertad es esa? ¡Si hasta sabemos dónde vive! ¡Si este verano no podrá ni salir a comprar el periódico!

Hasta aquí, la precipitación, que, de repente, se detiene, porque hay quien dice que podemos perder pedidos de trenes de alta velocidad. Y la pela es la pela. Ahí, Ana, en Fomento, y Jorge, en Interior, se ponen de acuerdo y dicen que no tiene por qué haber prisas y precipitación en la investigación. Además, muy serios, porque estos chicos siempre hablan en serio, defienden el rigor con el que se están llevando las investigaciones.

Y aparece la voz del único que puede hablar: Frederic Sabrià, que por algo es profesor del IESE: “Si se trata de un error del conductor, no pasará nada; si no es así, y se demuestra que hay fallos en el diseño de la línea o en la gestión del servicio, las consecuencias serán muy diferentes”.

Señor Garzón, siga rezando al Apóstol, porque “si se trata de un error del conductor, no pasará nada”. Y usted era el conductor. Y a algunos les puede convenir que no pase nada. Rece, y búsquese un buen abogado, por aquello de “a Dios rogando y con el mazo dando”. Porque tendrá usted que pegar con el mazo a más de uno.

Por cierto, si algún día vuelve usted a llevar una máquina del Alvia, del AVE o del escachamatas Cuarte-Santafé de Huerva, en la provincia de Zaragoza, llámeme, por favor, porque, cueste lo que cueste, iré en ese tren.

Y, además, viajaré muy tranquilo, porque estaré en buenas manos y no en otras que no me gustan nada.

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