No necesitan alforjas

No sé las intenciones del Partido Popular respecto al sostenimiento del buen nombre de los sindicatos, no tienen porqué informarme de ello, ni yo espero que me hagan semejantes confidencias. Lo que sí puedo decir, y eso como cosa mía, es que los sindicatos UGT y CCOO, no necesitan de nadie para crear una atmósfera en la que se evidencie lo que hacen y cómo lo hacen. Se bastan y se sobran para ir más allá de lo imaginable, cuando se trata de aprovechamiento indebido de recursos públicos que, destinados a otros fines, acaban en actividades, presuntamente previstas en algún artículo del Código Penal.

A la sociedad española le impacta mucho eso de que, cuando la crisis es notoria, cuando la contracción económica ha sido un hecho –más grave como consecuencia de un gobierno, el del Sr. Zapatero, que se limitó a negar su existencia–, las cúpulas sindicales no escatiman en la ostentación de sus comilonas, de sus obsequios, etc. cuando, por decencia,  estarían obligados a la sobriedad. Ello, aún siendo legítimos titulares de los recursos que atienden semejantes desmanes.

A mí, sin embargo, quizá porque los mariscos no son mi preferencia, me importa poco a qué dedican su tiempo y su dinero, lo que sí que me importa es ese pequeño detalle de que no es su dinero. Y, lo que es peor, no sólo no es su dinero, sino que es un dinero que, en ocasiones, se les ha confiado para formación de los trabajadores que se encuentran en paro, con el fin de prepararles para mejor acceder a un puesto de trabajo.

En otras ocasiones son las presuntas falsedades en Expedientes de Regulación de Empleo, lo que les permite allegar recursos públicos para financiar esa vida opulenta; una opulencia que se hace posible por un dinero no ganado lícitamente, si no conseguido, presuntamente, mediante engaño y fraude.

Un sindicato, y el partido que le respalda –pues no son sus afiliados los que le dan soporte– que se presentan así ante la sociedad, no necesitan ayuda alguna para quedar en entredicho al poner de manifiesto la farsa de la causa obrera que defienden, pues, en tales acciones, no es fácil encontrar un trabajador y sí muchos que merodean alrededor del manantial de la abundancia.

No busquen enemigos fuera, porque los tienen en su propia casa.

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