Enrique Arias Vega, gobierno

Países rotos

Unión Europea parece ser la última en enterarse de que en Ucrania no se dilucida sólo la aspiración popular a la democracia, sino que se trata de una auténtica guerra civil que preludia la división del país entre el Este y el Oeste.

En ésas se encuentra nuestro planeta en la hora actual: en la dramática ruptura de la convivencia interna de muchos países, en la fractura interior a causa de etnias, ideologías o simples actitudes políticas irreconciliables. Eso pasa hoy día desde Tailandia a Nigeria y desde Sudán a Venezuela.

Lo mismo, aunque a un nivel muchísimo más cruento, por supuesto, sucede en Siria entre el régimen de Bachir Al Assad y sus detractores, en donde milicias terroristas se alinean a uno y otro lado, anticipando que, sea cual fuere el final de la contienda, el extremismo y la opresión aumentarán en un futuro, en vez de disminuir.

¡Menudo panorama! Tras la caída del muro de Berlín y el desplome del comunismo, pensadores como Francis Fukuyama proclamaron El fin de la historia, es decir, avizoraron un mundo sin combates dada la pacífica imposición del capitalismo en todo el mundo.

Está sucediendo justamente lo contrario: decenas de conflictos localizados y sangrientos sustituyen hoy día a aquella guerra fría que no llegó a estallar entre Oriente y Occidente. Y lo que es peor: el odio que los anima se instala en el interior de viejos países avivando el enfrentamiento cainita entre históricos compatriotas.

Ante tantos signos evidentes e inquietantes de ruptura en algunas regiones de Europa occidental, bueno sería que todos reflexionemos siquiera un instante sobre ello y saquemos nuestras propias conclusiones antes de que sea demasiado tarde.

Enrique Arias Vega

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