Pánico para que no digan

Parece que el verano es muy propicio para alertas que generen pánico en la población. En la población nacional, menos, porque ya les conocemos, pero sobre todo en la población turística, que se traslada a España o a Valencia, para sus objetivos de descanso, de esparcimiento y quizá de inmersión cultural, sin agobios, en un marco de monte o playa o, por qué no, de vida urbana.

Pues bien, el servicio público protector de las vidas de las personas, se encarga de ponerles el corazón en un puño, advirtiéndoles de los males que pueden venírseles encima, si renuncian a sentirse alertados y actuar en consecuencias. Es bien cierto que los que sufrimos –al menos en nuestros patrimonios– aquella riada de octubre de 1957, habríamos agradecido que se nos advirtiera, a tiempo, de aquel peligro.

Ahora bien, de esa omisión, negligencia o desprecio, a que se nos advierta continuamente del riesgo de “gota fría”, sin que caiga una gota, media un abismo. ¿Es para que no digan que no se nos ha avisado? El efecto puede ser lo que le pasó a aquel que a diario advertía que venía el lobo. Otros avisos que se repiten una y otra vez, dan la impresión que no tienen otro fundamento que, si algo ocurre, ya se avisó.

Este año nos hemos librado de la invasión de medusas, aunque se ha alertado de la de peces raya, con peligro de diezmar a la población con sus picaduras. Bien es cierto que invaden playas puntuales, por lo que el alertado lo tiene fácil: acudir a las que rechazan las rayas. Pero ¿seguro que son tan disciplinadas? No lo sé, pero el daño turístico ya está hecho.

La nueva alerta, yo no la recuerdo anteriormente con tanta intensidad, es la correspondiente al calentamiento del planeta. A diario nos advierten de alertas azules, amarillas y rojas, por altas temperaturas. ¿Nadie recuerda que esto ocurre cada año en verano? ¿Moriremos masivamente si superamos los 38º, los 35º, o si alcanzamos los 41º? ¿Será que hay que amenazar a la sociedad, por si acaso el planeta se está calentando? Nosotros, sabemos qué hacer, lo de siempre, pero ¿y los turistas? ¿Se arriesgarán a morir de calor?

Bueno, ya estamos alertados, ahora déjennos disfrutar de nuestra vida, una de las más prolongadas de la humanidad.  

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