¿Para qué sirve el pacto entre Rajoy y Rubalcaba?

 

 

Existe un consenso general en que las políticas de ajuste y austeridad no nos van a hacer salir de la crisis, generarán pobreza y deteriorarán durante muchos años en estado del bienestar. Y lo que es peor, todavía si cabe, no están dando resultados, aumentan el desempleo, generan menos ingresos al estado, y no abren expectativas a la inversión.

La receta se ha convertido en un problema sobrevenido. Los países que han practicado recetas de crecimiento están mejor. Estados Unidos, a través de la Reserva Federal, ha esquivado la crisis con políticas de crecimiento. Y su déficit es astronómico. Inglaterra, manejando su propia moneda y con una situación económica complicada, ha conseguido no estar en el epicentro de la tormenta económica.

Y sin embargo, la Unión Europea, el EUROGRUPO, ha impuesto políticas de austeridad y de recorte. La canciller de Alemania es la auténtica jefa de este directorio que impone recetas desde el prisma de su situación y sus intereses.

La debilidad de François Hollande en Francia, el autismo europeo de David Cameron, la inestabilidad de Italia y la falta de peso político de España, han conducido a una cesión de poder de Alemania sin siquiera los históricos contrapesos de la alianza con Francia y el entendimiento con el Reino Unido.

El papel de la España gobernada por Mariano Rajoy se ha reducido al de suplicante.

Mariano Rajoy tampoco ha tenido el coraje de un enfrentamiento con Alemania. La esperanza, lograda en parte, de un aplazamiento en el cumplimiento del déficit, ha sido su obsesión. Pero no ha reclamado con firmeza políticas de crecimiento. Se ha limitado a aplicar con disciplina los dictados alemanes. No cabe duda de que a estas alturas no tiene horizontes de éxito. Su último mantra es suplicar a la banca concesiones de crédito. Se da por satisfecho con las aportaciones al sistema financiero y no tiene siquiera la determinación de utilizar la banca pública nacionalizada para forzar la circulación del crédito a las empresas y a las familias.

El sector de la Banca que presuntamente no tiene graves problemas se limita tomar créditos del Banco Central a un interés irrisorio y comprar deuda pública con unos réditos sin complicaciones del negocio de la banca tradicional en un país en crisis.

Llegados a este punto, por unas razones profundas que él sabrá, Alfredo Pérez Rubalcaba ha adoptado la decisión de conjugar una posición común de España ante Europa. O lo que es lo mismo, apoyar sin condiciones la política de Mariano Rajoy frente a Alemania.

La posibilidad de que la canciller alemana se deje impresionar por esta unidad entre el Gobierno y la oposición es igual a cero.

En septiembre hay elecciones en Alemania. Pero que nadie sea tan optimista de que sea cual sea el resultado –a todas luces y según todas las encuestas volverá a gobernar Ángela Merkel- será un punto de inflexión. En Alemania hay un consenso básico de que hay que meter en cintura a los “socios vagos del sur”.

No hay fuerza política organizada para ser un contrapeso de Alemania y quitarle la hegemonía sobre los órganos de gobierno de la Unión Europea.

Vistas así las cosas, el pacto del PSOE con el Gobierno es puramente retórico. Y las consecuencias son un fortalecimiento de las políticas de Rajoy, indirectamente legitimadas por este pacto.

En el universo del PSOE hay desconcierto con la estrategia de Alfredo Pérez Rubalcaba. Probablemente obsesionado con dar la imagen de un político responsable, y acallar la cantinela de la herencia recibida, ha decidido dar un balón de oxigeno al Gobierno. Pero los resultados prácticos de esta operación no tienen ninguna viabilidad.

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