Por qué los valencianos no pintamos nada

Los valencianos no pintamos nada, primero de todo porque hay muchos valencianos que lo que quieren ser es madrileños, catalanes o extranjeros. No tenemos conciencia de identidad colectiva y propia, empezando por el idioma.

La ciudad de Alicante es ejemplo de integración -si acaso- de lo valenciano en lo inmigrante, nunca al revés. En la capital de la Costa Blanca celebran como propios, en su mejor plaza con su mejor fuente, los títulos del Real Madrid. Pero también se discute como en ningún sitio la idoneidad de “robarle” horas al inglés escolar, que es de gran porvenir, con un inútil valenciano. Y con los años la cosa no ha mejorado porque, a diferencia de la influencia por decreto de lo barceloní en las otras tres capitales catalanas, con inmersión y la necesidad curricular del idioma autóctono para encontrar trabajo, aquí Valencia ni se ha impuesto ni se ha convencido nunca a Alicante y Castellón de la importancia de tener un idioma propio institucionalizado y común. Si no ¿a qué santo iban a seguir diciendo “avui” en el norte de nuestro norte? Ya les habrían uniformizado como hizo Pompeu Fabra, el “des-dialectador”, en los condados catalanes; o Sabino Arana en los territorios vascongados, inventando palabras para el uso urbano de un idioma que era rural y tenía siete dialectos.

No pintamos nada entre otras cosas porque nuestra principal seña de identidad, el idioma, no lo hablan tres de los cinco presidents que ha tenido la Generalitat. Y eso se sabe fuera de la Comunidad, y nos rebaja a sus ojos de “históricos” a pre-históricos. Y si nuestros presidentes castellanohablantes leen alguna vez en valenciano, haciendo un gran esfuerzo, siempre hay alguno de aquí que rema en contra y le afea lo mal que lo hace y le pide que no persevere en el intento nunca más (*). ¡Si muchos valencianistas ni siquiera se atreven a escribir en valenciano por si se le escapa alguna palabra mal aprendida (por castellana o por catalana) que otro valencianista le pueda echar en cara! Y luego, además, muchos de aquí le hacen el juego a los pancatalanistas, para quienes el catalán es la forma culta de una lengua que tiene en el valenciano una de sus modalidades vulgares. Y como a los valencianos, eso sí, no nos gusta que nos llamen “vulgares”, no son pocos los que, especialmente en Alicante, optan de primeras por aprender la forma “culta”.

Por otro lado, que hay valencianos que lo que quieren es ser extranjero lo demuestra la colonización de barrios, urbanizaciones y pueblos enteros por el idioma (inglés o alemán), el dinero y las costumbres venidas de fuera y adoptadas con entusiasmo especialmente en Las Marinas o en la Vega Baja. La opulencia hace que uno haga piña con los prósperos y deje de lado a los míseros.

Además, es sabido que aquí nadie triunfa. Abril Martorell en la Transición, Blasco Ibáñez, Luis Herrero (primer valenciano haciendo prime time en una cadena nacional de radio), Javier Mariscal, o Tip, hicieron carrera en Madrid o Barcelona, sobre todo en la capital, y muchos de ellos acabaron por ejercer de madrileños que, eso sí, en San José se vestían de falleros. Desde allí nos siguen viendo festeros y huertanos. Más o menos como en la Barraca, Cañas y Barro, y en el verso de Miguel Hernández “valencianos de alegría” en “Vientos del pueblo”, que abundan en la imagen del Levante feliz al que nada le falta y que no tiene motivos para la queja.

Los valencianos no pintamos nada porque somos lo contrario que los catalanes (generalicemos): rumbosos, simpáticos, acomodaticios, no somos un problema, no inquietamos, no damos miedo, ofrecemos nuevas glorias a España (no se las discutimos), y, encima, no tenemos instituciones autóctonas que corrijan esas “virtudes”. No hay bancos, no hay cajas, no hay RTVV, ya no hay empresas del Íbex-35, y la AVL desúne, se contradice, marea y uniformiza (pero no precisamente los dialectos del valenciano, como pasó allá arriba cuando Pompeu). Y no tuvimos Estatut en el 36 (por los pelos, y por eso, y porque nuestra lengua se parece a otra más poderosa y con más editoriales, no somos “históricos”).

Nuestros políticos nunca hacen piña (lobby) por nada. Les encanta sacarse los trapos sucios en público en Madrid o en Bruselas. ¿Se acuerdan de la denuncia en instancias europeas al urbanismo valenciano? También aventan sus cuitas aquí, claro, a costa de la imagen de una institución de autogobierno que no hay manera de que sea de todos. Por eso Compromís está contra un premio de la Generalitat a la RACV, y EU contra otro de nuestra máxima institución autonómica al rey (la verdad es que éste último es tan comprensible como el Nobel de la Paz que le dieron a Obama antes casi de empezar a gobernar). En cuanto al por qué CC.OO. anuncia sus actos del 9 de Octubre en un local sede de la organización más catalanizadora que hay en la Comunidad, sufragado además con dinero de la Generalitat de Cataluña, obedece a una especie de síndrome de Estocolmo, y a un complejo de inferioridad con respecto a un ex-Principado que quiere ser república, digno de estudio. No encuentro otra explicación, porque mira que hay locales en Valencia para hacer una rueda de prensa.

Además, nuestros escándalos son los más aireados de España. Y eso que no son los más gravosos, aunque sí los más variados. Con Andalucía y Cataluña se atreven menos. Pedimos comisiones de investigación específicas para cada caso (que está bien) y no genéricas como hacen en Cataluña con la de Pujol.

Somos el sitio ideal al que viajar de vacaciones por poco dinero, y el lugar perfecto para hacer de sede de los Real-Barça. Un aliado al que ni se le ocurra sugerir que se quiere salir del “Pacto de Varsovia” liderado por Madrid (mesetario en nuestro caso), porque te mandan los tanques. O sea, a Montoro, que es quien nos co-gobierna como consecuencia de que el atraso secular de la Comunidad se quiso superar a base de hacer obras a crédito y la crisis nos pilló con el carrito del helado. El ministro es quien sirve ahora los cucuruchos. Ni nos meneemos pues los valencianos -nos advierte el cucuruchero y su patrón-, no sea que por abrir la mano con nosotros Cataluña se les escape por esa espita. Pasó cuando Aznar no quiso reformar nuestro Estatut (ZP lo “arregló”), y ahora con Rajoy impidiendo la justa e inaplazable mejora de nuestra financiación. A nuestro cuello apretado fían en Moncloa el mantenimiento de la unidad de España.

Y como no pintamos nada, ni hacemos nada por pintar, mientras que ZP deja a Ibarretxe llevar su Plan hasta el Congreso y Rajoy permite que incluso comience la campaña institucional por el referendum en Cataluña, Montoro ni siquiera recibe a nuestros empresarios. ¡Y eso que uno de ellos fue presidente del Real Madrid! No hace falta, no pasa nada si no se nos atiende, si se devalúa con omisiones ominosas a la máxima figura de nuestra autonomía. Eso al lehendakari, al president del nord, al bellotari, o al de las anchoas no se lo harían. Pero con nosotros no hay problema, porque el Consell nunca se atreverá a dimitir en bloque.

(*) Eugeny Alemany, el de “trau la llengua”, censuró la crítica en Twitter de un exlingüista de Ràdio Nou a Alberto Fabra por no ser propio de valencianos reírse de los esfuerzos por hablar nuestra lengua de quienes no han tenido la suerte de aprenderla de pequeños. Si prendiera la burla del lingüista, su oficio estaría en peligro de extinción. Amén.

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