¿Somos o no somos Charlie Hebdo?

Yo soy católico. Mal católico, pero católico. Creo en Dios y no me avergüenza decirlo. Por eso me molestan las burlas a los sentimientos religiosos. A los míos y a los de otros. De mi confesión y de las demás. No me disgustan las críticas, ni siquiera las parodias, sólo las mofas. Charlie Hebdo, por lo que estamos descubriendo aquí días después del atentado, ofendería con muchas de sus viñetas a mucha gente de aquí, incluso poco religiosa. Por lo que, en todo caso, se debería poner en manos de la Justicia cada hecho concreto para que los magistrados decidieran uno por uno la prelación entre Libertad de Expresión y el Artículo 525 del Código Penal de 1995, el que reza ­nunca mejor dicho­ que “incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican”. En todo caso.

De todas formas los jueces, ante tal disyuntiva, se suelen inclinar por la primera opción. Yo también. La Libertad de Expresión, entre otras cosas, me permite decirles lo que les estoy diciendo. Y ganarme la vida terrenal. La otra no me la quitará ver una viñeta desafortunada más o menos. Y ninguna vida, ni aquí ni allá, puede ser arrancada en nombre de ningún Dios ofendido. Porque no creo que Dios se ofenda por estas cosas. Ni podemos tolerar que a nadie le sea segado el paso por este mundo en nombre de nada.

Filosóficamente hablando, yo creo que la Verdad debería estar por delante de la Libertad. Pero como es imposible que nos pongamos de acuerdo en cuál es la Verdad, defiendo la Libertad como valor supremo en esta vida y me guardo la Verdad para la otra. Y por lo tanto yo soy Charlie Hebdo, aunque yo no sea “de” Charlie Hebdo. Por eso me manifesté junto a otros periodistas al día siguiente del atentado. Porque defiendo el derecho de Charlie Hebdo a, si acaso, ofender mis creencias en nombre de la Libertad que a todos nos ha de amparar. Excepto a los asesinos. Esos no pueden hacer creer a nadie que son otra cosa más que eso, asesinos, y la Libertad no puede darles refugio. Entre otras cosas, porque la asesinarían.

Nos han causado horror, pero no dejaremos que nos provoquen terror. Nuestra forma de vida, la humana, está en juego.

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