Territorio comanche

En la película de George Sherman de 1950 “Comanche Territory”, el descubrimiento de plata en el territorio comanche por el tratado de paz, lleva a que el gobierno norteamericano envíe a un agente James ‘Jim’ Bowie, valiente y abnegado, para mantener el acuerdo de paz firmado con los indios y para frenar la codicia de los colonos que querían provocar una guerra con el objetivo de hacerse con el preciado metal. En esa película había por tanto dos territorios, separados, opuestos y confrontados. En definitiva es territorio hostil.

Pero a diferencia de esos territorios, el de la política es, para cualquier político que se precie y que piensa a lo grande, cualquier espacio donde quepa la reflexión, la argumentación y la razón es territorio propio. Desde luego no se puede pensar en la política sin tener en cuenta las pasiones humanas, las filias y la fobias, salvo que creamos que todo el mundo es bueno pero, cualquier actividad humana y la política desde luego lo es. Nace del amor, del odio, de la indignación, la rabia, la codicia o cualquier otro sentimiento que se nos pase por la cabeza pero, no es menos cierto, que la “acción política” es, o debe ser, una acción racional. Sería muy pedante mencionar aquí la sociología crítica de la Escuela de Frankcfurt y el convencimiento del poder liberador que entraña la razón para las sociedades modernas pero, no por pedante, deja de ser cierta.

Cualquier espacio y más el espacio de la comunicación, es el espacio de la política pensada desde el convencimiento de que Política se escribe con mayúsculas. Política es, en periodos de paz, sobre todo, acción comunicativa. Ningún espacio de comunicación es zona vedada para un político que piense en crear “marcos cognitivos” precisos, que convenzan, que se sostengan en razones, argumentos y reflexión. En definitiva, en ideas en las que la gente encuentre explicación de su existencia.

Ningún ciudadano se sorprende de que un político quiera gobernar, de que pretenda convencer a la mayoría de la población para disponer de los mecanismos de poder que le permitan llevar a cabo un proyecto. Pero este ha de sostenerse en una determinada visión de la realidad, coherente con las acciones que lleva a cabo y con su comportamiento personal. Lo que sí sorprende a la población, a la gente normal, a Los Nadie de los que habla Eduardo Galeano, es que se quiera el poder por el poder, sin proyecto, sin visión del mundo y que sus actitudes políticas y personales, no sean coherentes con aquello. Esa actitud se castiga, tarde o temprano, aunque cada sociedad tiene diferentes indicadores para castigar a sus políticos.

La sociedad norteamericana, por ejemplo, castiga las infidelidades matrimoniales de sus políticos, las mentiras públicas pero no su enriquecimiento, sus sueldos, la ambición personal o la compatibilidad entre política y negocios. Más bien al contrario. Sin embargo en la mayoría de los países europeos justifican, o no le dan mayor importancia, los asuntos privados mientras se castiga la corrupción, la utilización de los cargos públicos para beneficio personal e incluso la excesiva ambición personal. En Japón, por ejemplo, constituye motivo de escarnio social y no solo de castigo legal, una actitud indolente de sus políticos y personas públicas.

En política no debería haber territorio comanche, no hay un territorio propio y otro ajeno, no debe haber territorio hostil, menos aún para quien quiere convocar mayorías sociales para gobernar. Aquellos políticos que se dirigen a los convencidos, que buscan el aplauso fácil de sus seguidores en los mitines, que pretenden muchos “me gusta” en las redes sociales pero son incapaces o ven superfluo “invadir” espacio de discusión, contraposición y debate, están condenados a la pureza de las minorías, a ser testimonio de su propio pensamiento, a abandonar la pretensión de hacer hegemónica sus ideas, es decir, convertirlas en guía de la sociedad.

En el fondo, la negación a ocupar los “territorios comanches” nace, en la mayoría de los casos, en la mediocridad de muchos de los políticos porque sólo en los debates con aquellos con los que no se está de acuerdo, se descubre la valía de un político, su capacidad intelectual y su ética. Pero abandonar el cómodo habitáculo de las palmaditas en la espalda de asesores, fans y aduladores requiere ser extremadamente exigente con uno mismo. Esto no es muy nuevo ni descubro el mediterráneo. De hecho Sócrates ya destacaba la utilidad del diálogo con los oponentes para dar validez a los argumentos propios. Es lo que se llama el método dialógico.

Si se quiere saber algo de un político, es muy útil conocer sus aficiones y cómo pasa su tiempo libre. En primer lugar porque debe tener tiempo libre, es decir, debe tener la capacidad de distanciarse de una actividad tan obsesiva, por su condición de exposición pública como es la política, para permitirse ver en perspectiva su actuación y someterse a los comentarios de aquellos que no están a su servicio.

Siempre he sostenido que si a los políticos actuales se les quitara la mitad del suelo, la mitad de su exposición pública y la mitad del tiempo de dedicación, habría una cuarta parte de personas que querrían ocupar un cargo público o, en su defecto, habría el doble de políticos deprimidos y, desde luego, habría menos políticos corrompidos. Además las aficiones es una parte muy característica de la personalidad. Hacer montaña por ejemplo requiere planificación, esfuerzo, abnegación, compañerismo. Construir barcos dentro de botellas requiere paciencia, exactitud, pulso. Coleccionar sellos requiere conocimiento, paciencia, organización. Escribir poesía requiere tiempo, sensibilidad, autoconocimiento. Son tareas que imprimen carácter, que relativizan la importancia de la política y, sobre todo, se hacen de manera privada sin exposición pública y desde ese punto de vista, son la verdad de la persona.

Así la conclusión que saco de esta primera reflexión es que, para un político todo lo que no sea estar en su territorio, controlable, que le dé réditos inmediatos, es territorios comanche pero, quizás, entrando en esos otros territorios, que para mi no son hostiles, moderaremos nuestras pasiones y validaremos nuestras opiniones. Así pues, bien hallados Valencia News.

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