Tocata y Fuga del PP

Un señor que se presenta a unas elecciones con el lema oficioso de “votadme que yo ya soy rico y no voy a robar”, envía varios mensajes que deberían hacer sospechar al menos avezado de los votantes y cuya explicación más directa, es la que nos señala el latinajo “Excusatio non petita, accusatio manifesta”. Pero además ¿Quiere decir el señor de Xàtiva que sus compañeros que no son ricos sí que van a robar? Y aún más ¿Qué tiene que ver el servicio público con ser rico o no? Porque, que yo sepa, un responsable político no tiene la posibilidad de robar, lo que no tiene a su disposición, y el erario no está a disposición de una sola persona, por muy votado que haya sido porque existen leyes y controles. Aún diría más, seguramente un pobre robaría menos, porque cualquier cantidad le parecerá mucho, pero a un rico cualquier cantidad le parece una miseria. A las pruebas me remito.

Así pues, visto lo visto, este señor de Xàtiva, al fin y al cabo, no tenía razón. Lo que ha pasado ahora le ha quitado la razón con un argumento añadido, esto es, que los que son ricos nunca quieren dejar de ser ricos y, en consecuencia, nunca tienen bastante para asegurarse que nunca dejarán de serlo, por lo que siempre querrán más. Aquellos y aquellas que comparten asiento con este señor de Xàtiva ven como este, su líder y referente moral, hace y deja hacer sin poner demasiados impedimentos, sorprendiéndose a posteriori de lo que sucede. ¿Cómo es posible que él, tan cuidadoso con los dineros públicos, porque él ya es rico, se haya dejado grabar, presuntamente según las grabaciones de Marcos Benavent, contando dinero de procedencia por confirmar? !Ché, señor de Xàtiva, que descuido¡. Es incluso tan sorprendente como el hecho de que Marcos Benavent estuviera tan preocupado por grabar estas reuniones de intercambio de fondos y que, fuese tan general, como para acumular diez horas de conversaciones presuntamente delictivas. Presunción que alcanza a su condición de delito púnible no al hecho material de que existan porque las grabaciones son grabaciones, como lo son las del señor Zaplana, manifestando sus motivos para estar en política. De aquellos polvos estos lodos, no les quepa duda, que esto que nos pasa, viene de lejos.

Habrá que ver las excusas que pone cuando sea juzgado. Serán seguramente tan profundas como las que venimos escuchando en el caso Gürtel, el Noos, Terra Mítica, CACSA, Púnica, caso Blasco, caso residencias. Seguro que habrá frases que pasarán a la historia del oprobio y la vergüenza. Y del desprecio de los amiguitos del alma que, ahora, tachan públicamente de “mierda” a aquellos que fueron sus amigos y les dieron comisiones para comer.

La cara desagradable de todo esto, es el estado en el que dejan las administraciones públicas para futuros gobernantes. A la pérdida de tiempo que supondrá auditar las actuaciones de estos gestores y determinar hasta que nivel de la función pública alcanzan las responsabilidades, hay que añadir el factor de desgaste y de coste económico que supone. Habrá que explicar muy bien, a la ciudadanía y a los medios, cada caso y limitar las personas que estén dedicadas a estas tareas de “desescombro”, en un término acuñado por mi estimado profesor Joan Romero. Desescombrar mientras se gobierna, desescombrar mientras se recupera la confianza de las personas en las instituciones, desescombrar mientras se gobierna para las personas, desescombrar mientras se reclama la participación activa de la gente. Duras tareas todas ellas que, si lo son en momentos de alternancia normal y democrática, lo son más cuando, esta alternancia, se produce en la situación de podredumbre en la que viven aquellos que han de ceder el mando, y que, desgraciadamente, han impregnado la administración que gestionaron.

Poco o nada hay que explicar de todo lo que recogen los medios de comunicación, porque se explica por si sólo y, argumentos de defensa propia al margen – por cierto, argumentos pobres – o dudas legales de la fiscalía, la verdad de las cosas es que las grabaciones existen y registran lo que registran. En medio de una campaña electoral, el Partido Popular tiene claro que todos estos casos están erosionando su capacidad de remontar electoralmente y, mucho me temo que, ante esa constatación de muerte súbita, quieran morir matando, aunque sea a costa de la propia democracia. Nada de lo que puedan hacer, en el futuro inmediato, me sorprendería, como nada me sorprendió el tamayazo en la Comunidad de Madrid. Atentos, pues, deberán estar los partidos en las próximas semanas, porque la corrupción es mucha y la vergüenza propia escasea. Hasta aquí la tocata.

No me resisto, como no podía ser de otra manera, a comentar los gastos de la señora de Valencia y la fuga de información que ha denunciado Compromís. Bien es cierto que mucha de esta información era ya pública, por haber sido publicada por algunos medios de comunicación o entregada tardíamente a la oposición por el propio ayuntamiento. Pero eso no quita un ápice de veracidad a los datos. La oportunidad de esta denuncia es que sale todo junto y ordenado, lo que destaca, aún más, el caos y despilfarro. Ver un gasto de comida por unos cientos de euros, no es relevante por si mismo, puede estar incluso justificado. Pero ver como esa comida se repite, sistemática y puntualmente, en el mismo lugar y por diferentes motivos, introduce una duda razonable de abuso. O de gula, y no sé lo que es peor, porque aquello es un delito terrenal, esto un pecado y ya se sabe que los delitos se pagan en vida y son, por tanto, finitos, pero los pecados se castigan con el fuego del infierno y son eternos.

Presentados todos estos gastos juntos, y alguno gasto en particular, evidencia en qué consideración tienen lo público la señora de Valencia, lo que se suma a otros gastos que son igualmente injustificables, como el cuidado de su coche en las dependencias municipales, durante veinticuatro años, o la seguridad que mantiene, día y noche, a agentes de la policía local en su vivienda particular, en turnos de varias horas. Poco o nada hay que justifique que la responsable política más cara de España añada, a su jugoso sueldo, gastos de representación y de protección personal, tanto o más altos que el propio sueldo. Eso sí, las denuncias de Compromís han dejado el listón tan alto que, seguro en futuros gobiernos, las medidas de sobriedad institucional serán extremas con el ahorro que eso supone. Era inevitable que estas cuentas salieran a la luz pública. Y aquí la fuga (leaks) de Rita. Entre ambos, Tocata y Fuga.

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