Transparecia, esa gran desconocida

Los pasados 28 y 29 de noviembre participé en el I Congreso sobre Calidad Democrática, Buen Gobierno y Lucha Contra la Corrupción, que organizaba la Universidad Cardenal Herrera y Avapol. Interesantes charlas y mesas redondas en las que la «transparencia» siempre estaba en boca de los tertulianos y ponentes.

Parece que está de moda, como si de algo novedoso se tratara, cuando debería de ser algo tan habitual que ni tan siquiera le prestáramos atención. Por desgracia no es el caso, por lo que tenemos que dedicarle tiempo y estudio.

¿Por qué a los políticos les cuesta tanto explicar en qué se gastan cada uno de nuestros euros? Es incomprensible, pero explica que la ciudadanía ni confíe en los partidos ni en el sistema político, que la mayoría de españoles piense que la corrupción forma parte de la cultura de los negocios, o que el soborno es la forma habitual de conseguir encargos públicos.

Pude escuchar como el líder del PSPV, Ximo Puig o el diputado autonómico por Compromís, Fran Ferri hablaban de transparencia en tiempo futuro, mientras no son capaces de aplicarla en el presente. No resultaron especialmente convincentes.

La transparencia en la gestión pública no es que deba de ser obligatoria, sino que debe de ser implícita a cualquier acción que haga un político o un funcionario público. No todo este oscurantismo administrativo es corrupción, lo tengo claro, pero creo que hay un exceso de malas prácticas y mal gobierno con el que hay que terminar. Y sí, sí se puede. No lo duden. Solo hay que tener convencimiento y ganas de llevarlo a cabo.

Ir arriba