Juan Vicente Pérez Aras, Diputado Nacional PP. Un Consell y una Legislatura agotados

Un PP cuestionado

Estamos asistiendo en las últimas fechas a una amortización anunciada del liderazgo actual del PP. Que Mariano Rajoy no es santo de devoción de determinados poderes fácticos de este país, ni de aquellos que buscan marcar la Agenda política desde otra supuesta superioridad moral, no es nada nuevo. Cada cierto tiempo asistimos a una andanada mediática para socavar la legitimidad del liderazgo en las filas populares. Y quizás la independencia intelectual demostrada por el Presidente Rajoy respecto de estos elementos tenga mucho que ver. En estos momentos de convulsión mediática ante la incertidumbre post-electoral, muchos no aciertan a comprender esa aparente frialdad con que se acusa, de forma totalmente injusta, al Presidente Rajoy. Y no se puede confundir, ni participar de esa ceremonia de la confusión en la que algunos nos quieren meter, la serenidad y la templanza para afrontar un problema, con la repetitiva y falsa argumentación de la pasividad.

La excesiva autocrítica del centro-derecha español es un mal endémico del mismo. Una costumbre arraigada y que con su contundente expresión de hacer leña del árbol caído ha marcado el devenir cainita del centro-derecha español. Una costumbre muy española que nace de esa soberbia que nos caracteriza y que tiene en la envidia su demoledora expresión, como ya nos anunciaron los clásicos. El ejemplo más cercano en el tiempo lo tenemos en la UCD, una extraordinaria fuerza política surgida en la Transición que jugó un papel determinante en esos momentos de cambio de ciclo político. Un Partido conformado por cuadros de más que sobrada cualificación intelectual, bajo el liderazgo de un Adolfo Suárez sobre el que pivotó el salto a la modernidad de una sociedad lastrada por sus propios prejucios. Un Partido de Cuadros construido de arriba a abajo y que una vez cuestionado su liderazgo, interna y externamente, se diluyó como un azucarillo.

Ahora asistimos a otro intento de voladura controlada de otro proyecto político. No solo a través de cordones sanitarios, que también. La estrategia de la Izquierda para desacreditar la acción política del PP ha sido manifiesta a lo largo de estos años, en todos los niveles de la Administración. Una táctica de la Izquierda para sacarnos del tablero político y que tiene en la judicialización de la política su máxima expresión. El sometimiento al escarnio público, a la pena de telediario, en un cómplice juego de doble moral por toda la izquierda, política y mediática, nos ha llevado al momento más complicado de nuestra existencia como formación política.

Por eso, en estos momentos en los que a río revuelto, ganancia de pescadores, surgen voces perfectamente calculadas para dirigir mensajes que socaven ese liderazgo de Mariano Rajoy, me reafirmo aún más, del banal desconocimiento del comportamiento interno de este partido que demuestran todos aquellos que se auto proclaman en los nuevos Libertadores del centro-derecha.

Un Partido nacido con la misma Constitución de 1978, de las propias cenizas de aquella UCD y sus también convergencias ideológicas, democristianos, liberales, etc, que supo releer el momento histórico y conformar la más potente maquinaria electoral que se recuerda. Un Partido hecho así mismo, de abajo hacia arriba, pueblo a pueblo, comarca a comarca. Extendiendo una inmensa red social que nos ha permitido no solo tener la máxima representación territorial, sino vehiculizarla a través de contundentes victorias electorales a lo largo y ancho de nuestra geografía. Un Partido al que tras las Europeas del 2015 todas ya daban por amortizado y que para sorpresa de todos empezó a repuntar en el escenario más complicado que pudiera preveerse.

Ahora, los mismos de siempre vuelven a cuestionar a una formación inmersa en un profundo proceso de renovación interna. Lo estamos viendo aquí en nuestra tierra. Algunos vienen vendiendo la necesidad de cambios, cuando llevamos meses de trabajo interno, desde la bases, para propiciar esos cambios y esa verdadera regeneración que ansiamos. Pero no desde las élites, desde los despachos y alfombras del poder. Sino junto a esas élites, inherentes al mismo proyecto y necesarias para articular el discurso y desde las bases. Ahí está la sustancial diferencia con cualquier otro proyecto político de similares características. Las añoranzas de tiempos mejores nublan las voluntades de muchos que se pierden entre los árboles sin poder alcanzar a ver el bosque. Este Partido ha demostrado sobradamente que su verdadera fuerza no se encuentra en sus cuadros. Se encuentra en unas bases comprometidas, en esos miliares de afiliados y simpatizantes que día a día defienden en la verdadera trinchera política, la de la calle en sus municipios y ciudades, los principios y valores de un Partido, que pese a los agoreros de turno, sigue más vivo que nunca.

Son nuevos tiempos para nosotros. Tiempos en los que muchos van a quedar retratados. Estamos pasando de las palabras a los hechos. Estamos asumiendo la voluntad de nuestras bases que reclamaban cambios. Por fin llegó el momento.

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