Una ciudad coja

Pocas escenas recuerdo más emotivas: en el verano de 2007, cuando la Copa América estaba en todo su esplendor y Valencia tenía un verdadero río de invitados internacionales cada día, me asomé junto con un grupo de periodistas extranjeros a una de las terrazas del edificio Veles e Vents. Desde la altura, los informadores eliminaron la barrera visual del muro que separa la Marina Juan Carlos I del puerto comercial; y descubrieron un paisaje casi infinito de grúas en plena actividad, contenedores en sube y baja, y barcos en los muelles.

Se quedaron pasmados al ver que el puerto de Valencia era tan grande como la ciudad misma que se divisaba desde la otra esquina de la terraza. Y fue entonces cuando se me ocurrió decir que ninguno de los tres espacios que estábamos contemplando –puerto deportivo, puerto comercial y ciudad misma– tenía sentido en ausencia de cualquier otro. Si falla una de las tres patas, la Valencia total está coja.

Ayer, el puerto comercial e industrial de Valencia quedó paralizado por la primera jornada de una serie de huelgas, convocadas en demanda de un convenio con mejores condiciones laborales. Mientras tanto, en la Marina Juan Carlos I, el edificio Veles e Vents se presentaba activo, revitalizado después de demasiado tiempo de espera, gracias a una iniciativa llamada la “Regata de los Príncipes”; que ha llegado a Valencia como un proyecto europeo, francés en origen, destinado a subrayar la alimentación saludable y los productos frescos de la tierra, en el marco de una potente competición de vela.

Mientras tanto, el tercer escenario, Valencia, parecía no estar muy interesado ni en lo uno ni en lo otro. Desde luego, no se vio una gran expectación informativa en la medianoche del miércoles al jueves, cuando la huelga se iniciaba. Y solo VLC News, atento a la importancia del asunto, informaba, muy a primera hora de la mañana, que el puerto estaba paralizado por la huelga.

Pero al margen de esos importantese detalles, lo que cuenta es que Valencia, ayer, estaba ante un escenario decididamente cojo. Porque si las cosas no mejoran, si no se llega a un acuerdo, la huelga puede ser para muchos días –más de uno siempre va a ser mucho–  y las secuelas podrían llegar a ser muy graves. Y eso no encaja con un puerto dedicado al ocio, la fiesta y el deporte.

No, la ciudad es un todo. La ciudad es negocio y ocio, puerto industrial y comercial y puerto para regatas. Las ciudades nacieron para ser completas y tener actividad remunerada, beneficios que generan impuestos e impuestos que se destinan también a eventos y festividades. Y una ciudad marítima como Valencia debe divertirse y disfrutar de una regata y estar más interesada, mucho más apasionada por una huelga portuaria que se diría que ha sido convocada en Singapur cuando lo que está haciendo es robarnos euros a toda velocidad.

La idea de día incompleto, la idea de puerto cojo, surge de la idea de puerto complementario. De poco sirve que los niños vean los gigantescos veleros de “La Route des Princes” si los pasajeros del “Legend of the Seas” no pueden bajar a tierra o los contenedores de los grandes cargueros no encuentran punto de descarga adecuado. Las esperas en el antepuerto tienen un límite, las rutas de los portacontenedores se miden en nudos de velocidad y en millones de euros, y si hoy no se descarga aquí es obvio que estará esperando el puerto de Tarragona, el de Algeciras o el de Barcelona.

Se hace preciso, pues, que haya una negociación y que fructifique en aras de la mejor voluntad. Se hace preciso que los sindicatos y las patronales acerquen posturas y que el puerto encuentre cuanto antes el clima de normalidad que necesitan las tres valencias: la urbana, que muchas veces peca de distante, la del mundo de la vela deportiva y la de los negocios de la carga y descarga de mercancías. Porque esas tres valencias hacen una sola. La que hoy está coja.

PUCHE

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