Walter Haubrich, el afecto de un gran periodista

“El papel del Príncipe será muy importante, porque, según las leyes, según las disposiciones, él tiene un gran poder de decisión sobre el desarrollo futuro de la política española”. Decir esto, en 1973, era muy difícil, muy complicado; y según en qué publicaciones, era imposible imprimirlo. Para llegar a esa frase hay que explorar en la sexta página de una entrevista que se extiende a lo largo de nueve. Porque en 1973 no solo era muy incierto lo que podría ocurrir en España, sino que en una revista española no era posible transcribir las verdaderas opiniones de un corresponsal alemán. Es decir que, en este caso, entrevistadora y entrevistado jugaron a decir sin que se notara, al modo periodístico español. Y lo hicieron magistralmente.

En noviembre de 1973, cuando le entrevistó Rosa María Echevarría para “La Actualidad Económica”, el periodista Walter Haubrich acababa de llegar de Chile, donde la noticia a contar era “poca cosa”: el golpe de estado de Pinochet contra Salvador Allende, con toda la tremenda represión consecuente. Y como es natural, ni entrevistadora ni entrevistado podían imaginar que faltaba menos de un mes para que el presidente del Gobierno, almirante Carrero Blanco, muriera asesinado por ETA.

Curiosamente, en 1973 la entrevista empleó una palabra mágica: transición. La periodista citaba a Romanones cuando dijo que la política era una sucesión de hechos triviales y le preguntó al corresponsal alemán: “¿Seguimos, entonces, en periodo de transición?”.

Haubrich, que en sus crónicas para los lectores alemanes era durísimo con el franquismo, que se refería abiertamente al régimen hablando de dictadura, fue meticulosamente exquisito en la respuesta:
 

— Cualquier período político en un país donde ya se sabe la continuación y se sabe que por razones normales tiene que llegar un tiempo no demasiado largo, sí se puede hablar de transición o de preparación para otro período.

Cuarenta años atrás, Walter Haubrich tenía 38 años y era un mocetón corpulento, que lucía enormes patillas y tupé de rockero, a lo Elvis Presley, una caracterización que acentuaba con sus tejanos y una estrepitosa camisa a cuadros. El “Frankfurter Allgemeine Zeitung”, por entonces, no solía llevar imágenes. Con su cabecera tradicional compuesta en letras góticas, el periódico respondía todavía al concepto de que era un diario escrito en serio para ser leído en serio. Y en Madrid, donde funcionaba una delegación que cubría España, Portugal y el norte de África, Walter Haubrich ejercía como indiscutible jefe. Licenciado en filología románica y literatura alemana, el joven Haubrich, tras terminar los estudios en su país, estudió en Salamanca y Madrid, fue profesor de Lengua y Literatura Alemana en Compostela y Valladolid; y solo en 1968 se decidió por el periodismo activo.

Cuando se refirió al Príncipe y su papel en el “desarrollo futuro de la política española”, el corresponsal descubría, claro que sabía muchas cosas más y que tenía datos que le movían a la afirmación. Por eso, en este magistral tarea de nadar entre dos aguas, Rosa María Echevarría, decidió apretar. El diálogo, titubeos y silencios incluidos, es digno de figurar en una antología:

— Pero ¿hacia qué nuevos rumbos nos puede llevar este desarrollo?

— ¿Y quién lo sabe?

— Eso…

— Pienso que (don Juan Carlos) se va a encontrar con personalidades y grupos políticos de ideología bastante distinta, pero en su mayoría bastante dispuestos a hacer concesiones para llegar a un acuerdo en la práctica política.

A lo largo de la entrevista, Haubrich rehuyó dos o tres veces el mito de la “España diferente”. Dijo que la frase estaba bien para el gancho turístico, pero certificó la imagen de un pueblo llamado a estar en Europa con los demás pueblos europeos. Ese criterio, trasferido a sus crónicas, podemos decir ahora que siempre fue balsámico: España soportaba una dictadura que alguna vez habría de terminar; pero detrás había un pueblo preparado para la integración en la normalidad democrática del continente. El asunto era solo cuestión de tiempo.

La intuición de Haubrich se deja ver a lo largo de toda la entrevista:

— Me parece que el hecho de satisfacer los deseos regionalistas ay autonomistas en campos de importancia relativamente menor ha evitado en varios países posturas más extremas.

Las crónicas de Haubrich, desde el muy influyente “Frankfurter” contribuyeron mucho a la favorable configuración de la política alemana a la hora de arropar, desde sus dos grandes partidos y desde la opinión pública, tanto la gestión del Rey como la de Adolfo Suárez, y tanto el desarrollo de un partido progresista como la configuración de un partido conservador.

— Claro, la apatía política muchas veces es consecuencia de la falta de información—decía el corresponsal–. Pero cuanta más información hay, se despierta mayor interés y más participación o deseos de participación hay en la vida política.

Haubrich no aceptó que los españoles fueran distintos a los europeos salvo en sus “cualidades de aguante y de paciencia”. Y dejó caer la cuestión clave: “¿por qué el español no va a ser apto para ciertas formas de comportamiento político?”

Magistral. Hablar de la dictadura de Franco, de la democracia necesaria, del normal funcionamiento de los partidos… sin nombrarlos es un alarde periodístico. Aunque lo relevante es el afectuoso concepto que Haubrich tenía, y sigue teniendo, del pueblo español.

El periodista fue presidente del Club Internacional de Prensa hasta 1980. Luego ha ejercido en Paris y en numerosos países de Latinoamérica. En 2001 le dieron el premio de periodismo Francisco Cerecedo, que es uno de los galardones profesionales más importantes de España. En 2010 fue homenajeado en el Instituto Goethe de Madrid “por su gran labor como informador a favor de la verdad y las libertades de España”.

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