Con mi Vespa junto al mar

En el Paseo Marítimo los bañistas de dejaban la toalla y la sombrilla en la arena y acudían al borde del asfalta para saludarles. No es frecuente ver pasar, en fila india, a cien, doscientas, más de trescientas “scooters”. Pero en el día más caluroso del año 2013, los valencianos vieron el cortejo motorizado en muchos lugares de la ciudad.

La organización ha corrido a cargo del “Vespa & Lambretta Club”, de Valencia, que reúne al mayor número de afiliados y de participantes. Pero como en el amor a las “scooters” no hay exclusividades, todo los clubs que han querido adherirse, y son muchos, han podido participar en esta “quedada” de verano. “De nuestro Club yo creo que somos unos ciento cincuenta; pero en general nos hemos sumado a la fiesta trescientos o más”, decía uno de los participantes.

Para confirmar esa hermandad regional en torno a las dos marcas de moto italianas, el testimonio de un  conductor alcoyano: “Hemos estado en todas partes, la verdad”, decía ante una moto que lucha la placa del Vespa Club de Alcoi. “Casi dos horas de recorrido, arriba y abajo; ha sido estupendo porque lo hemos podido ver todo. Y ahora, a comer…”, decía el conductor alcoyano, feliz de participar en el espectáculo. Mientras estacionaba su reluciente máquina en el Tinglado nº2 de la Marina Juan Carlos I, añadía: “No, no he de volver a Alcoi esta tarde; he de volver a Santa Pola, que es donde vivo. Está un poco más lejos, pero con esta máquina no hay problema”.

Las más felices eran las tripulantes de una preciosa Vespa de los años sesenta, de elegante color pistacho, que se conserva intacta con su sidecar. No le falta un solo herraje, ni el más pequeño adorno. Conductora y pasajera venían felices de haber saludado a media Valencia. Y es que la concentración se produjo entre las once y las doce de la mañana y luego comenzó al paseo urbano hasta la plaza del Ayuntamiento, con un largo “tour” por la ciudad. Pocos minutos antes de las dos de la tarde, la comitiva regreso al viejo Puerto de Valencia. Por fortuna, el gran Tinglado mitigaba el sol y dejaba pasar la brisa marina.

“Mi Vespa es de 1979”, decía orgulloso uno de los participantes. “Sí, claro, lo más complicado es conseguir piezas de repuesto. Pero no crea, procuramos no tener que usarlas y seguir con las originales”. Cuando se le señala la limpieza, el nulo desgasta de las alfombrillas de goma donde el piloto apoya los pies, el propietario casi se molesta: “No, estas alfombrillas son las de 1979. Lo único que hay que hacer es cuidarlas y mantenerlas limpias”, pretexta.

De 1979, de 1981… Las había más antiguas. Las había pintadas con colores de fantasía, pero en general todos procuran conservar los estilos y tonos originales de época. “Yo esta la pinté con la misma pintura crema que el Opel que salió aquel año al mercado”, decía uno de los conductores.

Lo que asombraba era comprobar que todas las máquinas lucían especialmente limpias y parecían haber sido entregadas ayer en el concesionario: ni una abolladura, ni un desconchado. Los verdaderos amantes de Vespa y Lambretta saben que tienen entre sus manos una pequeña joya de la técnica del siglo XX y procuran alargar la vida del vehículo con verdadero mimo. Exterior e interior, estético y mecánico.

A las dos y media, bajo el parasol del Tinglado nº 2, los conductores se dispusieron a tomar el almuerzo preparado por Casa Carmela. Paella para todos, paella de hermandad motera.

P.

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