Editorial. El Cabanyal o el pacto necesario.

No parece el mejor momento para acometer las actuaciones que desde hace tiempo ansía Rita Barberá para el barrio del Cabanyal. A unas semanas de unas elecciones que por primera vez en 24 años sí van a tener movimientos significativos en el hemiciclo valentino, el equipo de gobierno debería dejar esta actuación para días después de producirse los comicios. A pesar que las encuestas anuncian nubarrones para las filas populares, es perfectamente posible un gobierno municipal encabezado por el PP (en solitario o en coalición) y por tanto, podrían seguir con sus planes más allá del 24 de mayo. Pero también es verdad, que de producirse el cambio, los actuales rectores del Cap i Casal podrían hipotecar las actuaciones futuras de un nuevo equipo de gobierno. Es una máxima que debería ser extensible a todas las instituciones públicas e indistintamente del color político.

 

Pero en el caso del Cabanyal y advirtiéndose una escisión social en dos grandes mitades aparentemente irreconciliables, tanto en el barrio como en la ciudad, las decisiones no las puede tomar en solitario un partido que controla un gobierno. Por muy legitimado que esté por las urnas. Tal vez, la nueva política –como la denominan los partidos emergentes- aporte esta novedad a la arena de la política. Se deben acabar las disputas ganadas por 51 a 49. Creemos mucho más provechoso el debate continúo y la búsqueda del mayor consenso posible para los grandes temas. Si la educación es un tema que se suele poner como ejemplo de un campo donde el consenso debería ser ineludible, para los valentinos, el Cabanyal también lo es. Estamos hablando de una parte fundamental de nuestra ciudad. Si se avanza en un sentido o en otro, la lista de bajas, podría ser irremediable y no es justo que pudiendo llegar a un acuerdo, se opte por la imposición de la aritmética parlamentaria.

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