El primer gran culebrón periodístico, el “Crimen del Capitán Sánchez”, cumple un siglo

 

 

El drama había comenzado a finales de abril de 1913; pero dos meses España entera seguía hablando del asunto. Porque a lo largo de junio las revistas ilustrada fueron dando imágenes, truculentas, realistas y “muy periodísticas”, de un cabo de la brigada de albañiles de la Escuela Superior de Guerra sacando de un doble tabique que se acabaña de perforar, unos restos humanos que se suponen pertenecían a don Rodrigo Jalón, un jugador y vividor, misteriosamente desaparecido.

La localización de los restos humanos en el doble tabique confirmaron las sospechas abiertas cuando, en la zona del retrete y el alcantarillado de la casa del capitán Sánchez se encontraron otros restos de piel y ropas del desaparecido. Los policías a las órdenes del brigada Enrique Maqueda se hicieron famosos en toda España, como el jefe nacional de Saguridad, Ramón Méndez Alanis, que transmitió la imagen de una policía muy profesionalizada e imbuida de lo científico.

Poco a poco, la prensa diaria y la semanal ilustrada fueron destilando lo que, formalmente, fue el primer “gran culebrón” de la historia del periodismo español: el Crimen del Capitán Sánchez: Manuel Sánchez López, capitán de la reserva destinado en la Escuela Superior de Guerra, situada entonces en la plaza Conde de Miranda.

 

En 1913, España solo hablaba de huesos encontrados y cadáveres hechos desaparecer

 

El caballero era un hombre de muy mal carácter, jugador empedernido y violento — que asesinó a martillazos en el cráneo a otro jugador, Rodríguez Jalón. Que había pretendido engatusar a la joven hija del militar para montarle un piso como era “protectora” costumbre en la época.

Claro que un crimen es un crimen pero este tenía elementos para el morbo. Sobre todo por el tremebundo sistema que el militar utilizó para deshacerse de su víctimas. Porque, además, unos días hablaban los periódicos de un cuerpo descuartizado en una artesa, pero otros le añadían el detalle de una cabeza quemada en la lumbre, o de porciones fritas en aceite para evitar olores. Para que no faltara de nada, hasta el escritor Valle Inclán colaboró, sugiriendo si no se habrían dado porciones de la víctima en el rancho de los soldados del cuartel del capitán.

Cuando la hija del capitán Sánchez — María Luisa Sánchez Noguerol, de 20 años– se presentó en el casino del Círculo de Bellas Artes con la pretensión, frustrada por los empleados, de cambiar por dinero una ficha de juego de nada menos que 5.000 pesetas, el asunto cobró interés muy especial para los inspectores de policía. Porque se sabía que esa ficha, la única que faltaba en el arqueo del casino, estaba en manos del señor Jalón, desaparecido hacía varias semanas. Precisamente fue esa desaparición la que encendió el caso: un joven periodista, Francisco Serrano Anguita, comenzó a publicar arrebatadoras crónicas sobre el asunto  en “El Imparcial”.

Los “detalles” aumentaron la truculencia del asunto: el militar homicida estaba sin dinero. Y además había muy fuertes sospechas de que entre padre e hija había habido relaciones incestuosas. Incluso con el fruto de dos hijos que en su momento habían sido hechos desaparecer criminalmente.

La amalgama de detalles morbosos, de truculentos episodios habría de llegar cuando la investigación cuajó en detenciones, cuando el juez formó el cuerpo del sumario y cuando llegó el momento del juicio: el capitán fue condenado a muerte en un consejo de guerra y la hija fue condenada a veinte años de prisión. Ella murió doce años después de ingresar en prisión y el padre fue fusilado el 3 de noviembre de 1913. No se puede pedir más para un verdadero “culebrón” periodístico.

PUCHE

 

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