Un crucero directo a la Batalla de Flores

La Batalla de Flores del año 1963 se celebró el día 31 de julio. Y ese mismo día, por la mañana, muchos valencianos se quedaron sorprendidos al ver pasar por la ciudad a una caravana de al menos ocho autobuses que transportaban a docenas y docenas de turistas vestidos de forma vistosas y provistos de cámaras. Eran británicos y estaban haciendo un crucero de placer, una forma de viajar que entonces estaba reservada solo para algunos, muy pocos y muy selectos viajeros.

El barco, blanco y con su llamativa chimenea amarilla, parecía haber salido de una novela de aventuras elegantes. Era el “Andes”, un precioso navío de 200 metros que visto desde el Club Náutico daba al puerto de Valencia un aire internacional. Con sus casi 27.000 toneladas era una de los mejores herramientas de placer que estaba en manos del negocio, creciente de una a otra temporada, de los viajes de placer por el mar.

El “Andes”, que había zarpado de Southampton cuatro días antes, había hecho de Valencia su primera escala. Después proyectaba seguir su periplo por el Mediterráneo tocando puerto no muy frecuentados y destinos atractivamente cultos, como la isla de Elba, su siguiente destino. En nuestra ciudad, todo estaba preparado desde unos días antes: los autobuses recogieron a los pasajeros y pasaron toda la jornada recorriendo la ciudad y sus alrededores, sin olvidar puntos tan señalados como la Albufera y la huerta. Al atardecer, los británicos fueron llevados a participar de un espectáculo que jamás pudieran haber imaginado: la Batalla de Flores. Que contemplaron desde un lugar como el famoso pabellón municipal de las tres cúpulas diseñado por Carlos Cortina.

A la Valencia que acababa de presentar en Madrid el proyecto de urbanización del Saler, a la Valencia que soñaba con un Parador de Turismo y no ocultaba sus aspiracciones de competir en el campo turístico, se le subía la emoción al contemplar el disfrute de esos turistas que participaron con toda alegría en la colosal competición de las flores. Se deshacían en elogios de la ciudad y sus fiestas, hablaban de la belleza de tanta flor y tanta mujer guapa, bebían la horchata por litros y prometían volver con más tiempo para recorrer lo que apaneas habían intuido en el naranjal.

La ciudad, con Vicente Giner Boira al frente del departamento turístico, se lució ante los viajeros británicos. El concejal, experto en Derecho de Aguas, era titular en la ciudad de una academia de idiomas, Mangold, pionera y líder en la enseñanza del inglés. A sus desvelos se debió, sin duda, la presencia de los turistas en Valencia y el popular agasajo. Que, ya de noche, cuando la Batalla de Flores remató con fuegos artificiales, continuó en la cubierta del buque, donde un grupo de Coros y Danzas ofreció a los turistas, ofrecido por la Sociedad Valenciana de Fomento del Turismo, un espectáculo folklórico inolvidable.

A medianoche, cuando el “Andes” partió, las lágrimas asomaron a las mejillas de los turistas, que habían soñado estar una jornada en el paraíso. Y es que los cruceros que ofrecía por esos años la Royal Mail, directa competidora de la Cunard y su trasatlántico “Caronia”, tenían siempre un toque de selección muy especial.

El “Andes” había sido construido en Belfast para los servicios a Suramérica de la Royal Mail británica. Pero apenas fue puesto en servicio el buque se desencadenó la Guerra Mundial y el buque tuvo que ser incautado y habilitado para el transporte de tropas. Viajó con ese cometido por el Pacífico y hasta Suráfrica y solo cuando se impuso la paz, en 1947, fue trasformado de nuevo para hacer viajes a Buenos Aires, con escala en Brasil y Uruguay, en 16 días, desde Southampton.

A finales de los cincuenta el “Andes”, que podía navergar a 21 nudos, fue transformado para una especialidad que entonces estaba despuntando y requería de buques especialmente adecuados: el turismo de crucero. En el año 1963, cuando estuvo en Valencia, se puede afirmar que el navío estaba en su momento mejor puesto que, remodelado en junio de 1960, funcionaba con aire acondicionado y con la calidad de un club de campo británico: con socios fijos que repetían viaje un año tras otro. Llenaba las 500 selectas plazas y la organización se vanagloriaba de poner un número igual de tripulantes –quinientos– para lograr la atención más selecta.

Con todo, el buque, a partir de 1965, fue teniendo problemas técnicos que requerían reparaciones paulatinamente más complejas y costosas. De modo que, en un mercado que demandaba más turismo de cruceros y buques de reciente construcción, el clásico “Andes” fue retirado de la circulación y desguazado a partir del año 1971.

Ir arriba