Bravo, doña Gabriela

Felipe VI no puede decidir con quién sí y con quién no debe reunirse

Lo que nos faltaba. Ahora resulta que Felipe VI no quiere cumplir como Rey y elude algunas de sus funciones cuando le interesa. Resulta que el hermano de la imputada Infanta Cristina, Rey de España por la gracia de Dios y un pacto de estado a oscuras, acusado con documentación por Diego Torres de participar en reuniones de Nóos, dicho sea de paso, no quiere recibir en audiencia en Zarzuela a Carmen Forcadell, Presidenta del Parlament de Catalunya. Sí, señoras y señores, han leído bien, no quiere reunirse con la autora del “visca la República catalana” entonado durante la constitución de la cámara de todos los catalanes. Felipe VI no puede decidir con quién sí y con quién no debe reunirse.

Que no le apetezca hacerlo, no nos extraña en absoluto. Tampoco nos causa estupor saber que no tiene ninguna simpatía por su persona, ya que es una ferviente luchadora contra la institución que Felipe de Borbón encabeza y la unidad del Estado español. De esto se desprende una cuestión: ¿acaso nos gastamos millones y millones de euros cada año en mantener en pie la Casa Real para que ahora sea el Rey el que decida a quién debe o no recibir?

El Rey Felipe VI debe rectificar de inmediato y recibir a Forcadell, para que pueda producirse el acto oficial de comunicación a Su Majestad el Rey del nombre del President de la Generalitat investido por el Parlament de Catalunya. El Rey está para cumplir con su rol de representación, de manera protocolaria y en todos los casos en los que la ley lo indique, independientemente a sus convicciones personales. Felipe VI es un servidor público. Si cree ostentar el poder de decidir a quién recibe y a quién no que se lo plantee muy seriamente. A ver si los españoles vamos a tener que exigir, de una vez por todas, el ejercicio de nuestro derecho a poder decidir su continuidad como Jefe del Estado, en calidad de pueblo soberano.

Esta espantada del Rey Felipe VI, le apetezca o no recibir a Forcadell, es de muy mal gusto y no responde para nada al papel de consenso y de diálogo que los españoles esperamos de un mandatario de altura.

Felipe VI no la ha demostrado.

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