La cohabitación política a la valenciana manera

Como ustedes sabrán el término cohabitación aplicado a la política se puso de moda allá por los ochenta en Francia. En aquel momento, el presidente de la República pertenecía a un color político y el jefe del gobierno a otro. Pero debían entenderse por el bien de la ciudadanía. Y así, entre zancadilla y zancadilla, el término ha llegado hasta nuestros días y ahora también hasta la vida política valenciana. En nuestro caso, podríamos hablar de dos, incluso tres escenarios en los que se produce la cohabitación política. Por una parte, la relación entre el Consell presidido por el socialdemócrata Ximo Puig y el Gobierno central encabezado por el popular Mariano Rajoy; de esta no nos ocuparemos por el momento, primero porque todavía no ha habido tiempo para los roces -aunque desde círculos próximos al ejecutivo valenciano se nos recuerde que Rajoy todavía no ha recibido a Puig- y segundo porque las elecciones generales de final de año pueden propiciar un cambio de inquilino en Moncloa. Otra cohabitación es la que ya se dio allá por los 90 cuando Joan Lerma era presidente de la Generalitat y Rita Barberá era envestida alcaldesa del Cap i casal, es decir, cuando el color político del gobierno valenciano es diferente al de algunas o la mayoría de ciudades importantes valencianas. En este caso no deberían haber por disputas, pues Alicante, Castellón o Elche tienen alcaldes del PSPV-PSOE y con permiso de Mónica Oltra, el jefe del Consell es de esta misma formación. Otra cosa es la ciudad de Valencia, en la que Joan Ribó, si bien sustentado por los socialdemócratas -además de Valéncia en comú– al apoyar Compromís a Puig, tampoco deberían haber suspicacias, aunque conforme se acerquen las próximas municipales o autonómicas -seguimos convencidos que se adelantarán- podría pasar aquello del chiste del dentista (¿no nos haremos daño, verdad?).

La última cohabitación en nuestra vida política la determina el diferente color político entre Generalitat y las diputaciones. Y esta sí parece que vaya a dar guerra. De hecho ya ha dado los primero ejemplos. César Sánchez en Alicante y Javier Moliner en Castellón han plantado cara a algunas decisiones del Consell que afectaba a las instituciones que presiden, como por ejemplo su exclusión en los nombramientos de los presidentes de los puertos valencianos. Pero donde peor “tufo” toma la cohabitación es en el caso de la gratuidad de los libros de texto. Como les informábamos el martes, la gratuidad de los libros de texto que propone el ejecutivo valenciano implica la participación económica de los entes provinciales y tanto Sánchez como Moliner han mostrado su contrariedad con la medida. Tal vez, con toda la (mala) idea no se contó con ellos desde el Consell para la implementación de la medida y se les dio ya cocinada y precisamente estaban buscando que el PPCV se negara a la coparticipación en esta ayuda, para utilizarla políticamente y así, poder vender a la opinión pública que los populares se niegan a que las familias valencianas tengan los libros de texto gratuitos. En cualquier caso, no debemos permitir que esta cohabitación sea terreno abonado para la disputa política si la sociedad valenciana es la que sale perdiendo. Además, ¿se imaginan que un niño de Oliva tenga los libros de texto totalmente subvencionados y otro del pueblo vecino, Pego por ejemplo, tenga que pagar por ellos? Esperemos se imponga el trellat y el esperpento no cunda.

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