El ojo que todo lo ve

 

Podíamos haber estado horas escuchándoles. La presentación del nuevo libro de José Francisco Yvars en el IVAM fue civilizadamente razonable en extensión; pero escuchar a Vicente Molina Foix y al autor dialogar, disertar sobre el arte, la cultura, la literatura, el pensamiento humano de los últimos siglos, movía a un atrevimiento imposible: vengan ustedes a mi casa, que vivo cerca; aunque cierren las puertas del Museo que hoy lunes ha abierto solo para presentar este libro, continúen la tertulia en mi casa, tomen lo que quieran, enséñennos algo de lo mucho que han visto, han vivido, han leído y saben.

El libro lleva por título “La ardilla de Braque” y es el noveno que Random House Mondadori publica con textos de José Francisco Yvars. Textos para conferencias, catálogos y seminarios, prólogos de otros libros, y los magníficos artículos dominicales en “La Vanguardia”, se van recopilando en unos tomos que son el compendio de la historia del arte español y universal desde la Gioconda hasta nuestros días.

Yvars dijo que de las cuatro mil páginas publicadas “puede que haya un 0’5 % sostenible”, pero ahí está su obra, este nuevo volumen que alude en su título a una ardilla que Picasso vio en un cuadro de Braque  en el principio de los tiempos nuevos de la pintura del siglo XX.

Pero situar las circunstancias del placer desvía del placer mismo y es preciso que volvamos a la sustancia de la compenetración que mostraron Molina Foix e Yvars, cada cuál más sabio, cada quien más leído, en el acto de botadura del nuevo texto. Imaginé una Sonata de Brahms, con un piano punteando, picoteando la obra de Yvars, que más solemne y grave, como el violonchelo, era llamado a responder de sus afirmaciones ante un público extasiado. Punto y contrapunto. La pintura que explora y la literatura que intente comprender el mundo, el cine que descubre modos de ver y el agonizante periodismo cultural, la plástica y el gusto por la palabra que la describe… Era una cabalgata de ideas ante los oídos de un público embelesado.

Por encima del pesimismo de los días, la experiencia de Virginia Woolf, y la seducción de Lucian Freud; y un desfile de estrellas. Aranguren, Lluis Guarner, Juan Gris, Francis Bacon, Pablo Picasso, Castellet, Walter Benjamin, Coderch y el pastelero poeta Josep Vicent Foix…

Molina Foix quiso ver en el quehacer de Yvars la mirada de los ojos de un insecto, etéreo pero omnipresente a la hora de escrutar el mundo de las bellas artes. Es el ojo que todo lo ve, que lo analiza todo a la luz de los acontecimientos, de la búsqueda expresiva del tiempo que pasa. El crítico, como dice Molina que hizo el cine, ha aprendido a mirar desde arriba, de forma conjunta, para llegar a ámbitos de difícil exploración. Para desentrañarnos las razones de las cosas. ¿Por qué se pinta? ¿Para qué una escultura? ¿Cuál es el sentido último de las bellas artes y la cultura?

Pero Yvars, sobre todo, o especialmente, señaló su compromiso con la palabra como el eje de su trabajo como crítico. Es la literatura la que importa, el relato del quehacer del ser humano. Es la virtud de la correcta escritura la que nos distingue y es el habla la que nos identifica. Tanto, vino a recordar, como la virtud de montar a caballo distinguía antaño a las clases nobles de las plebeyas, especialmente en la Inglaterra que tanta importancia da a las divisiones sociales.

Todo en Yvars es distinción, aunque su atracción empieza por la fascinación del habla. Culto y refinado, este hombre de cultura valenciana, castellana, alemana y francesa, vive en Londres pero se le ve en todas partes donde ocurra algo de interés culto. Todo en Molina Foix fue armonía en el entorno de un libro que compendia largos años de calidad crítica. Y del que el IVAM, siempre abierto y generoso, siempre atento a lo que transpira interés estético, se hizo eco en una tarde memorable.

PUCHE

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