Alguien debe parar esta locura

Tiene siete años y jamas sabrá lo que le quiero. Los sentimientos son alucinantes, es muy difícil describirlos con palabras. A esa edad, mi padre -junto con mis hermanos-, empezó a llevarme a Mestalla, siempre al Gol Norte, siempre a General de Pie. Acudíamos pronto para coger un hueco en la valla y yo estar un poco más resguardado. Si le convencía, muchas veces lo lograba, me quedaba un rato más viendo al Mestalleta cuando este jugaba a las siete y media.

Con diez años recuerdo estar en casa de mis tíos y escucharlos emocionados decir «el niño ha entrado en la Caja de Ahorros de Valencia como botones».  Era el sueño de muchos. El niño fue creciendo y se convirtió en un portento económico. Cuando acabé la carrera y empece a trabajar, mi buen amigo Chiveli, sobrino de un grande como era Joan Monleón, me invitó un día a visitar Canal Nou. La verdad, me dejó impresionado. Pasado el tiempo tuve el placer de trabajar en esa casa, de la que yo guardo un magnifico recuerdo pese a todo lo malvivido en los últimos días.

Esto, que a todos ustedes les suena cercano, en unos años a sus hijos les sonara a historias de un rollero romántico. Vamos, como cuando nuestros padres nos hablaban del trolebus, de ir en carro a Valencia o de las calles por asfaltar.

Porque que estamos perdiendo nuestra identidad y nuestra historia. El último capitulo señala al Valencia CF. Y eso, aunque duela a muchos, son palabras mayores. Este es un ‘marrón’ de los de verdad, de los que sacan lo peor de las personas, de los que sonrojan, de los que mueven sentimientos. Y ahora el ‘banco amigo’ se convierte en desleal; ahora el mediocre político pasa a ser el culpable de otra insultante falta de dialogo y negociación. Ahora el valencianista de sentimiento choca con la cruda realidad. Ahora los presidentes de la Fundación y del Consejo de administración muestran el corazón y ganan la batalla.

Salvo y Martinez han pasado en un momento de invisibles a salvadores. De ilusionar muy poco con proyectos soñadores, a representar la dignidad de una causa, de una pelea.

La prepotencia, la incompetencia y la desfachatez han dotado a los poderes fácticos de un halo de inmunidad. Bankia, como nuestros politicos y sus últimas decisiones, fueron mas crueles el pasado martes por las formas que por el fondo, pero crueles al fin y al cabo.

Televisaron la muerte de una cultura, una lengua y humillaron a toda una junta de accionistas sin el menor rubor, sin ninguna educación. Malas formas. Espero también que mala conciencia. Y el valenciano lo perdona casi todo, pero nunca la deslealtad. Y en esta pelea futbolística y social hay mucho desleal y mucho necio.

Por cierto… El niño del principio de esta historia se llama Pablo. Y es mi hijo.

 

Carlos Egea (@cegeavivo)

Periodista NOU Radio

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