De Romero a Beto

Se llamaba Romero y era paraguayo. Un mal día tuvo la infeliz ocurrencia de provocar al público de Mestalla en un Valencia-Espanyol de la liga 67-68. Su enfrentamiento con los aficionados ubicados detrás de las porterías originó un serio altercado en una tarde que empezó muy bien y acabó fatal. El Valencia ganaba por 2-0 gracias a sendos goles de Vicent Guillot. Faltaban 10 minutos para el final y los catalanes firmaron una remontada sorprendente hasta acabar venciendo por 2-3.

Aquella victoria era una devolución de moneda ante la espectacular proeza protagonizada por los valencianistas en Sarrià en la primera vuelta de aquel campeonato. Los periquitos vencían al descanso por 4-1 y todo parecía perdido para las huestes de Mundo que afrontaron la segunda parte con diez jugadores. Tatono seguía en el campo pero estaba lesionado. Aún no se habían implantado los cambios. Lo cierto es que el Valencia acabó logrando un triunfo épico por 4-5 con un gol espectacular del brasileño Waldo en un lanzamiento de falta poco antes de la conclusión.

Romero salió de Mestalla entre una lluvia de almohadillas haciendo gestos obscenos. El destino le jugó una mala pasada y quiso que apenas un par de meses después, Romero tuviera que volver a medirse con el Valencia en la Copa. El valencianismo esperaba ansioso la cita y ajustó cuentas con el guardameta que no pudo evitar la derrota por 2-0 además de la consiguiente eliminación de su equipo.

Ahora, muchos años después, otro portero se halla en el ojo del huracán. Se llama Beto y es portugués. Su comportamiento en la ida de las semifinales europeas es propio de un marrullero. Las imágenes le delataron. No es la primera vez que obra de forma antideportiva. Jonás, víctima de una entrada de juzgado de guardia, lo sabe mejor que nadie. Ahora le toca a Beto actuar en el feudo valencianista donde le espera una presión ambiental solo comparable a la sufrida por Mijatovic cuando actuó por vez primera en Mestalla como jugador del Real Madrid.

Por encima de la sed de justicia y el afán de revancha, el Valencia debe centrar su objetivo en lo más importante: lograr el triunfo y clasificarse para la final de Turín. No será fácil, por supuesto, pero el empuje de la afición va a crear una atmósfera que nunca se ha dado en Mestalla.

Al equipo de Unai se le tiene ganas por un cúmulo de razones. Pero el corazón no basta, ha de verse acompañado de cabeza y de recursos futbolísticos. La fórmula perfecta para una noche mágica.

 

Paco Lloret (@pacolloret_)

Deportes7

 

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