Djukic me ‘pone’ mucho

He conocido a lo largo de mi vida profesional muchos tipos de entrenadores. Vividores que aprovechaban un éxito puntual para vivir del cuento un par de años, filósofos de la teoría incapaces de convencer a un jugador de que dos mas dos son cuatro, o filósofos del verbo pero vacíos más allá de la fachada. Trabajadores incansables y vagos empedernidos. Buenas personas, malas personas… y malas personas que a ojos de todo el mundo eran como María Teresa de Calcuta. Técnicos de éxito, técnicos que lo encontraron en Valencia, y técnicos que esperan una oportunidad de demostrar lo capaces que son.

Pero como Djukic no he encontrado ninguno. Lo que ves, es lo que es. Tuve la suerte de conocerle como jugador y su forma de entender la vida no ha cambiado ahora que está en la acera de enfrente; claro, contundente, conocedor del mundo en el que se mueve y marcando quien es la autoridad desde el primer conato de incendio. Su rueda de prensa de ayer es para analizar. En un clinic gratuito de cómo se mueve el fútbol en la trastienda, explicó nítidamente las niñerías vividas esta semana dentro de su vestuario. “Es una semana típica en Valencia. En todas las familias hay pulsos, los niños quieren saber hasta donde pueden llegar. Aun no hemos establecido reglas y habrá pulsos. Hasta que los jugadores no vean que lo único que importa es el campo, será un pulso”.

Amen. No podía decir más verdades en menos tiempo. Que ésta es una semana normal en Valencia -tan cierto como que existimos- y que así es la vida de niño rico en el fútbol. Se cree que lo sabe todo, que puede hacer lo que quiera porque el dinero, la fama y el éxito social le ha llegado en la vida por dar pataditas a un balón. Y así ha sido permitido durante muchos años en el Valencia. Hasta que ha llegado alguien a recordarles lo que no saben. Lo que no son. Lo que diferencia a los que ganan con dinero y a los que ganan con corazón, orgullo y disciplina.

Ese es Djukic y ese su discurso. Y te lo inculca con palabras o con una bofetada. Según el caso requiera. Y está visto que el Valencia actual necesita bastante lo segundo. Es la triste realidad. Jugadores acomodados que creen que son lo suficientemente estrellas para hacer lo que les de la gana, y que creen estar en un club lo suficientemente pequeño como para que se lo permitan.

Y eso es justo lo que quiere cambiar Salvo desde la presidencia y lo que explicó anteayer Djukic en el vestuario. Que éste es un nuevo Valencia en el que el jugador ya no es lo más importante. Lo más grande es la institución, su afición, y después la unión de los jugadores para un fin común. Porque en nuestro fútbol actual, o tienes todo el dinero de Madrid y Barça, o solo los grupos unidos consiguen gestas más allá de lo imaginable. Miren al Atlético. O miren para adentro. Así ganó Djukic la liga en el Valencia y así quiere ganar títulos con su nuevo Valencia.

Y yo, que quieren que les diga, cuando escucho al entrenador serbio con las ideas tan claras, y que encima lo demuestra con hechos en el vestuario sin pestañear, me ‘pone’ mucho. Me da un subidón de adrenalina que creo que el Valencia va a ganar en Cornellá, quizás al Barça en Mestalla después, y quien sabe si a todos los demás.

Luego, cuando la adrenalina baja, reconozco que la realidad puede marcar lo contrario a lo que intuyo. Porque el fútbol es así. Pero es evidente que Djukic está dando pasos firmes hacia delante. Y lo hace sin presumir de haber vencido ningún pulso, porque al final sabe que al vestuario debe ganárselo, pero nunca perderlo. “No me siento ganador, ha ganado el sentido común. Si nos olvidamos del equipo y nos creemos unos fenómenos individualmente, quedaremos quintos”. Porque una cosa es ganar la batallita de esta semana, y otra bien distinta es ganar la confianza de su vestuario. La verdadera guerra.  La que está ahora marcha. Y de ganarla o perderla dependerá el puesto final de su equipo en la clasificación. Y su propio puesto.

 

Kike Mateu (@kike_mateu)

Director de Tiempo de Descuento (107.5 FM)

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