Este Valencia ‘las vuelve locas’

Burjassot no vivía un 8 de octubre normal, como otros años. Es verdad que la víspera de la fiesta de todos los valencianos siempre hay más actividad, más festejos previos que alteran la rutina habitual, pero es que además esta noche jugaba el Valencia CF en la localidad, aunque algunos despistados no lo supieran y anduviesen más preocupados de encontrar el lugar donde se celebraba un concierto de música.

Estas cosas ocurren, tampoco le vamos a pedir a todo habitante de una localidad que visita el club que preside Amadeo Salvo que se vuelva loco por este acontecimiento, aunque lo que sí que está bastante claro es que los niños no jugaron en la calle. Estaban todos en el estadio de Los Silos para sentir de cerca a sus ídolos. Sentir y tocarlos, porque fue memorable la invasión de campo al descanso. Como si de corredores de 100 metros se tratase, los chiquillos esperaron en la banda con ansiedad que el árbitro pitara el final del primer tiempo para abalanzarse sobre los jugadores del Valencia. Ni los ‘berridos’ del ‘speaker’ por la megafonía solicitando que abandonaran el terreno de juego surtieron efecto. La atracción del Valencia es demasiado poderosa, por momentos imparable como quedó demostrado en la noche de hoy.

La pena para ellos es que no estaban todos los cracks del primer equipo, pero eso daba igual. Lo importante era que venía un histórico, el referente de la Comunidad Valenciana, un campeón de Liga y de muchas otras cosas. La élite en un modesto estadio, enfrente de un modesto conjunto del Burjassot, que puso la alfombra roja para recibir con todos los honores a tan prestigioso invitado. El primero que se dio cuenta fue Amadeo Salvo, que antes del inicio recibió la insignia de oro y brillantes del club gualdivioleta de manos de su presidente, un gesto emotivo que disparó los decibelios en las gradas. De bien nacidos es ser agradecidos, y el gesto del Valencia de acceder a jugar este amistoso no es baladí, y así lo supo reconocer el público congregado en el recinto futbolístico.

Como tampoco pasaron desapercibidos futbolistas de la talla de Vicente Guaita, que confiado él, decidió seguir las evoluciones del partido a pie de campo, junto a los seguidores. Y muy pronto se dio cuenta del enorme revuelo que había levantado, incapaz de continuar hablando con sus acompañantes ante la marabunta de aficionados -los más pequeños en su mayoría- que ‘fliparon’ al poder tocar al portero titular del Valencia CF. Pero Guaita no fue el único ‘ché’ protagonista en la noche, hubo muchos más diseminados por todo el estadio, aunque es justo reconocer que Rufete fue la excepción, y la gran mayoría de representantes del club se agolparon en la tranquilidad de la tribuna. Solo Paco Alcácer siguió el ejemplo de Guaita y Rufete tras el descanso, y ya se imaginan lo que sucedió en los minutos posteriores.

Pero ni los chavales del filial, los jugadores del primer equipo, Braulio Vázquez, Nico Estévez, Rufete o quién fuera consiguió robarle el protagonismo a Míchel, el centro de atención en su regreso a casa. El centrocampista, nacido en Burjassot, fue el último futbolista en abandonar el estadio. Antes tuvo que pasar por el ‘control de seguridad’ que se formó a su alrededor, las numerosas peticiones de autógrafos y fotos, además de los habituales saludos y risas con familiares y amigos de toda la vida. Es lo que tiene volver a los orígenes. Sólo faltó un gol, pero no siempre se puede tener una fiesta completa.

Los orígenes del Burjassot se sitúan cien años atrás, club Decano que luce con orgullo un estadio modesto pero ‘apañado’, con un nuevo césped artificial integrado hace poco tiempo. Fue como vivir un partido de Copa del Rey de las primeras rondas, esas que tantos disgustos le han traído al Valencia en el pasado, pero esta vez no había presión, sólo cariño de un público entregado a los dos equipos de su corazón. Y en lo bueno del club blanquinegro estuvo el trato cercano que tuvo con todos ellos, desde el presidente Amadeo Salvo hasta el entrenador Miroslav Djukic, sin un mal gesto ni prisas por marcharse. Ya habrá tiempo de celebrar como Dios manda el Nou d’Octubre, que hoy sólo fue un pequeño aperitivo amenizado en los prolegómenos con el himno y la bandera de la Comunitat Valenciana. Otro momento mágico de la velada, una de fútbol del de verdad, del que le llega a la gente.

Esa que esperó pacientemente a la salida del campo a que desfilaran todos los integrantes del Valencia. Marchándose lentamente a sus casas, disfrutando en la Tierra de un Valencia más acostumbrado al estrellato del fútbol de élite. No tocaba volver a casa pronto, no sea que haya que esperar otros cien años para vivir otra noche de locura colectiva como la de hoy.

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