La ley del más cafre

Ha hecho bien el alcalde de Burgos en renunciar a la remodelación en el barrio de Gamonal. No vale la pena sufrir una oleada de disturbios por un bulevar con carril bici, y si los vecinos prefieren que la calle siga igual de cutre, allá ellos, oigan. ¿Qué esto significa que los violentos han ganado? Pues sí, pero contaron con el apoyo tácito de no pocos habitantes del barrio, y los que van a padecer las consecuencias de que la violencia se haya impuesto básicamente son ellos. Es más, es justo y necesario que las padezcan.

Yo no diría esto si allí se hubiera visto alguna oposición consistente a los que hicieron destrozos. No lo diría si las asociaciones vecinales hubieran intentado poner coto a las pandillas violentas, aunque sólo fuera verbalmente. Pero cuando la gente no repudia de forma clara a los violentos; cuando deja que hagan el bestia porque eso pone “su tema” en los telediarios; cuando celebra el triunfo conseguido gracias a la violencia y pide la libertad de los detenidos por causar daños, entonces esa gente debería saber cuál es el precio, aun sintiéndolo mucho por los que, en silencio, estuvieran en contra de los desmanes.

El orden público no es un asunto de la policía. El orden público es asunto de los ciudadanos. Se mantiene porque conviene a los ciudadanos y en una democracia la policía actúa en su nombre. Pero si a los ciudadanos les parece bien que los violentos hagan de las suyas en su barrio, si creen incluso que les beneficia, mandar a la policía un día tras otro a restablecer un orden que les importa un bledo es malgastar recursos públicos. Salga la fuerza pública de Gamonal y no regrese más; que se las arreglen allí como puedan.

Si por mí fuera, no se repondría el mobiliario urbano que se cargaron. ¿Para qué, si lo valoran tan poco? Y de poder hacerse, que no se podrá, permitiría que Gamonal viviera en la anarquía, es decir, bajo la dictadura de los jóvenes vandálicos que allí han jugado a la revolución de barrio con el consentimiento de los adultos. Pues no creo ni por un momento que una minoría violenta pueda enseñorearse durante días de una zona no muy extensa sin la aquiescencia de la mayoría.

Como no estamos ante un asunto de Estado, sino ante una cuestión menor y localizada, trátese a los mayores de edad como a mayores de edad y que soporten los efectos de su conducta. Porque en este concreto caso, quienes van estar bajo la férula de los violentos, que ahora se sentirán engrandecidos, son los que se han mostrado tan conniventes y tolerantes con ellos. La violencia siempre acaba haciendo una remodelación… dolorosa.

Cristina Losada

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